Fiesta grande anoche en el Jamboree, refugio ideal tras recorrer el típico zoo de la Rambla, que de tan previsible resulta harto cansino. Se presentaba en el club de la Plaça Reial el quinteto de Tom Harrell, una de las grandes referencias de la trompeta jazzística en las últimas décadas. He tenido el placer de seguir su prolífica carrera discográfica desde hace casi dos décadas, tengo grabaciones suyas, como líder y acompañante, en todos los formatos posibles, y admiro tanto su forma de tocar, que aúna fuerza y lirismo, como su habilidad compositiva, pues Harrell, a diferencia de un gran número de jazzistas, defiende casi en exclusiva sus propias composiciones tanto en sus discos como en los conciertos, sin apenas recurrir a composiciones ajenas (anoche la excepción fue un tema de otro legendario trompetista, Kenny Dorham). Hasta ayer nunca había visto actuar a Harrell, y he de decir que en vivo su presencia es más bien inquietante. Escondido tras unas gafas de sol, el trompetista de Illinois se muestra completamente ausente cuando no toca, aislado en su propio universo (es sabido que Harrell, que a pesar de ello ha construido una carrera musical impresionante, padece esquizofrenia), del que resurge a través de su trompeta para ofrecer una música de inusual belleza.
A sus 65 años, Harrell se ha rodeado de músicos mucho más jóvenes y rebosantes de energía, y anoche todos ellos rayaron a una gran altura. No ocurrió lo mismo con el líder, que brindó algunos buenos solos al respetable pero que en ocasiones se mostró errático y confuso al ejecutar sus improvisaciones. Lo bueno de ser jefe, eso sí, es que si te rodeas del personal adecuado, ellos te salvarán la papeleta. Y Harrell dispone de todo un equipazo: el saxo tenor Wayne Scoffery, músico londinense de buena pegada y técnica apabullante, encandiló al personal cada una de las veces en las que intervino como solista; lo mismo puede decirse del pianista californiano Danny Grissett, a quien no conocía, un miembro más de la al parecer inagotable cosecha de excelentes pianistas que nos está ofreciendo el siglo XXI; por detrás, el más antiguo acompañante de Harrell, el bajista Ugonna Okegwo, marcaba el ritmo con sutileza y precisión y, en la batería, el espectacular Jonathan Blake, también actual percusionista del trío de Kenny Barron, dejó patidifusa a la concurrencia con su fuerza inagotable, que se convirtió directamente en agresividad al ejecutar unos solos de los que no se olvidan fácilmente.
El repertorio, centrado en el recién publicado The time of the sun, huyó por completo de lo baladístico (terreno en el que el líder es particularmente brillante) y se centró en temas de tempo rápido que resultaron magníficos para ver la calidad y la energía del grupo. En fin, que quedarse en Barcelona en agosto tiene sus ventajas.
Vídeo de la banda interpretando el tema-título del último CD:
Uno más, esta vez interpretando un temazo de Thelonious Monk: