Conociendo a los dos grandes líderes políticos patrios era de prever que, para una una vez que se han puesto de acuerdo en algo, lo hayan hecho en una soberana gilipollez. Porque eso, o algo peor, significa reformar la Constitución para incluir en ella el techo de gasto público, por dos razones: la primera, porque se trata de un brindis al sol sin utilidad práctica alguna (también ese texto al que algunos denominan Carta Magna dice que todos somos iguales ante la ley, que tenemos derecho a una vivienda digna y demás poemas de similar calibre) y la segunda, porque pone el parche grande en la herida pequeña. Me explico: el gran problema de España en materia de endeudamiento es mucho más la deuda privada que la del sector público. El futuro Presidente del Gobierno, si algún deseable cataclismo no lo evita, dice, con esa seguridad típica de quien habla de un problema que no ha estudiado lo suficiente, que nadie puede gastar más de lo que tiene. Y olé Perogrullo en salsa agridulce. El problema, Mariano (y demás voceros de la ultraderecha económica), es que en este país eso es precisamente lo que casi todo Dios ha hecho (la Administración también, pero menos, y precisamente el Partido Popular no es el mejor ejemplo de austeridad allá donde gobierna), y por eso, y no por otra cosa, estamos como estamos. Eso sí, para frenar el entrampamiento masivo hasta las cejas nadie ha hecho nada: ni los que están, ni los que estaban y volverán a estar, ni los caciques de los virreinatos (perdón, gobiermos autonómicos), ni Cristo en la cruz, porque para hacer ese tipo de cosas hacen falta huevos, alimento que no forma parte de la dieta de la clase política española desde hace décadas. Vale, vamos a ser buenos y a no gastarnos el dinero de papi en chucherías, me parece fantástico. Sólo que hay otro problema: que la Administración está obligada, por las leyes y por la propia Constitución (salvo que también reformen esas partes), a prestar una serie de servicios que no se pagan con aire. Así que igual de lo que se trata es de desmantelar lo público (¿verdad, senyors Consellers de Sanitat i Economia?), como si lo privado funcionara bien. Y que nadie me venga con la cantinela de que la Administración despilfarra, está llena de cargos y departamentos inútiles, genera duplicidades y demás objeciones frecuentes: trabajo en ella y lo sé de sobras. Lo de que está sobredimensionada… no será en Catalunya, oigan. Como mucho, para lo que podría servir este despropósito en el futuro sería para que un presidente con afán de hacer reformas sociales (que, como se ha dicho, cuestan mucha pasta) se vea prisionero de la derecha radical, como acaba de pasarle a Obama en Estados Unidos. ¿Es ese el caldo que queremos? No creo, pero es el que ese par de nefastos líderes que son Zapatero y Rajoy han cocinado para nosotros, y además sin referéndum, con dos cojones. Sí, hace unas líneas me equivoqué en algo: para machacar a los débiles nuestros políticos sí tienen huevos. Al menos, el despotismo ilustrado era eso, ilustrado. Los déspotas de hoy, ni eso.