Anoche volví al Jamboree después del largo paréntesis sin música en directo que sucedió a una intensa temporada primaveral. El motivo, ver el concierto de la nueva sensación del jazz británico, Get the Blessing, banda conocida fundamentalmente por contar con una sección rítmica avalada por sus trabajos con Portishead. Y allá que me fui, esquivando a las hordas de guiris que colapsaban la Rambla poco antes de las once de la noche, hora del concierto. Siempre prefiero ir al segundo pase, que empieza a esa hora, por aquello de que los músicos suelen estar más relajados y son más propensos a hacer experimentos sónicos. Y porque algo queda del noctámbulo que uno fue.
Los chicos (Jake Mc Murchie al saxo tenor, Pete Judge a la trompeta y spanglish -muy gracioso el hombre presentando los temas-, Jim Barr al bajo eléctrico y Clive Deamer a la batería) salieron puntuales al escenario, cosa que es de agradecer pero que provocó que el siempre fiel a sí mismo público autóctono que casi llenó el local tuviera que coger a toda prisa sus bebidas y dejar el parloteo para centrarse en lo importante, es decir, en la música.
Get The Blessing es, en el mejor de los sentidos posibles, una banda. Posee un sonido característico y compacto, y desde las sillas se percibe que los músicos disfrutan tocando unos temas contemporáneos, accesibles a un público no estrictamente jazzístico, muy influidos por Ornette Coleman, y basados en las improvisaciones de trompeta y saxo sobre los potentes ritmos marcados por una batería enérgica y precisa y un bajo contundente cual martillo pilón. Con esta fórmula, los británicos fueron ganándose la complicidad de un respetable tan modosito al principio como implicado a partir del tercer tema, cosa que suele ocurrir cuando los del escenario no se aburren y no tocan música aburrida y rutinaria. En fin, como la música está para ser oída, más que para hablar de ella, ahí va una de las canciones interpretadas anoche por el grupo.
Y otra más.
Total, hora y cuarto de buena música, sólo estropeada, por lo que a mí respecta, por la pareja de cenutrios que tenía delante y que dedicó una parte significativa del concierto a hacer fotitos con su móvil superfashion y deslumbrar por unos segundos a la gente de alrededor. En fin, también en los conciertos de jazz encuentras idiotas. Menos que fuera, normalmente, pero… Pues eso, que me gustó el grupo, que cuando Get The Blessing regresen a Barcelona o toquen en algún otro sitio en el que yo esté iré a verlos a poco que pueda, y que este tipo de cosas hacen que uno lleve la vida real con algo más de dignidad.