BONNIE AND CLYDE. 1967. 111´. Color.
Dirección : Arthur Penn; Guión: David Newman y Robert Benton; Director de fotografía : Burnett Guffey; Montaje : Dede Allen; Dirección artística: Dean Tavoularis; Música: Charles Strouse. Vestuario: Thea Van Runkle. Producción: Warren Beatty, para Warner Bros. (USA).
Intérpretes: Warren Beatty (Clyde Barrow); Faye Dunaway (Bonnie Parker); Michael J. Pollard (C.W.Moss); Gene Hackman (Buck Barrow); Estelle Parsons (Blanche Barrow); Denver Pyle (Frank Hamer); Dub Taylor (Ivan Moss); Evans Evans (Velma); Gene Wilder (Eugene).
Sinopsis: Crónica de la vida delictiva de Bonnie Parker y Clyde Barrow, joven pareja de atracadores de bancos de la época de la Gran Depresión.
La película más famosa dirigida por Arthur Penn, director fallecido el pasado año, no es, contra lo que muchos creen, su mejor obra. Para empezar, le llegó casi de rebote, pues se trataba de un proyecto sugerido por François Truffaut a Warren Beatty, que se encargó de producirlo y llevarlo a las pantallas para levantar una carrera en esos momentos titubeante. Que el productor del film sea también su protagonista no es lo ideal para un director, aunque Penn consiguió impregnar la película con su sello: progresismo político, influencias de la Nouvelle Vague y estilización de una violencia más explícita de lo que era habitual en el cine de la época. Con todo, el film que ahora examino no llega a los muy altos niveles de calidad de las dos obras mayores de Arthur Penn: La jauría humana y La noche se mueve.
Bonnie and Clyde es, desde luego, uno de los puntos fuertes de la gran revolución que se produjo en Hollywood a partir de la segunda mitad de la década de los 60. Los nacidos justo después del fin de la Segunda Guerra Mundial abarrotaban unos cines que apenas ofrecían películas con las que pudieran sentirse identificados. De ahí surgió una generación de cineastas cuyos miembros más brillantes aún figuran entre lo mejor del cine americano. El film de Penn-Beatty arrasó, primero en Europa y luego en su propio país (donde al principio tuvo un éxito más bien discreto) porque lo tenía todo: dos protagonistas guapos, mucha acción y, lo más importante, era una oda a la rebeldía juvenil contra una sociedad adulta triste y malvada que exprime a las personas hasta dejarlas secas y les impide realizarse como individuos. Aunque situada en la década de los 30, no hacía falta ser muy listo para ver que el discurso del film era rabiosamente actual, que Bonnie and Clyde es uno de esos filmes que hablan del ahora vestidos con ropas de ayer. Este hecho lastra la película, pues su fidelidad a los hechos históricos es como mínimo escasa y el enfoque de la narración es maniqueo a más no poder, muy parecido (salvando las distancias artísticas) al del cine quinqui hispánico de finales de los 70 y principios de los 80.
Hablemos de la parte artística, pues: en el reparto, Beatty se rodeó de un puñado de actores jóvenes y semidesconocidos, dos de los cuales (Gene Hackman y Faye Dunaway) llegaron a ser grandes estrellas y le superan en calidad interpretativa. Ambos se lucen de lo lindo en la película y, a nivel actoral, son lo mejor de ella. Beatty se esfuerza en estar a la altura de sus compañeros, aunque su personaje de Robin Hood atracabancos se resiente de su falta de carisma. Tiene mérito, eso sí, que alguien con su merecidísima fama de playboy se decidiera a dar vida a un impotente (en el primer guión, eso sí, el personaje era homosexual). Sin embargo, fue Estelle Parsons la única intérprete del reparto que se llevó un Oscar, con una caracterización para mi gusto más histriónica que brillante (sí lo es, en cambio, la breve aparición de Gene Wilder en su debut cinematográfico). Destacar la también oscarizada fotografía de Burnett Guffey y la presencia de jóvenes técnicos que en adelante intervendrían de manera decisiva en películas gloriosas, como Dean Tavoularis o Thea Van Runkle.
Bonnie and Clyde es, qué duda cabe, una buena película, que además fue en su momento un film importante y aún hoy se ve con interés por la fuerza de algunas escenas (la inicial, sin ir más lejos), el sex appeal de sus protagonistas en un filme en el que el sexo juega un papel importante, la brillantez con que están resueltas las escenas de acción (la última es antológica) y, cómo no, el gran Gene Hackman en su primer papel memorable.