MESSAGE TO LOVE: THE ISLE OF WIGHT FESTIVAL. 1995. 121´. Color.
Dirección : Murray Lerner; Guión: Murray Lerner; Dirección de fotografía : Andy Carchrae, Jack Hazan, Nic Knowland, Norman Langley, Murray Lerner, Richard Stanley, Charles Stewart, Mike Whittaker; Montaje : Greg Sheldon, Stan Warnow, Einar Westerlund, Howard Alk; Música: Jimi Hendrix, Joan Baez, Donovan, Ten Years After, Kris Kristofferson, Joni Mitchell, Tiny Tim, Miles Davis, Jehtro Tull, Free, Leonard Cohen, The Moody Blues, The Doors, The Who, Emerson, Lake & Palmer, John Sebastian, Bob Dylan. Producción: Murray Lerner para Pulsar Productions (EE.UU).
Intérpretes: Ricki Farr, Jimi Hendrix, Joan Baez, Donovan, Ten Years After, Kris Kristofferson, Joni Mitchell, Tiny Tim, Miles Davis, Jethro Tull, Free, Leonard Cohen, The Moody Blues, The Doors, The Who, Emerson, Lake & Palmer, John Sebastian.
Sinopsis: Crónica del festival celebrado en la isla de Wight en 1970.
El título de este documental bien podría haber sido Cómo organizar un megafestival musical y casi morir en el intento, o quizás Cuando la mentira de paz y amor se fue a la mierda. En todo caso, se trata de una película absolutamente imprescindible, tanto por la cantidad y calidad de los músicos que desfilan por el escenario interpretando sus canciones, como por lo que supone de retrato del final del hippismo como mentira, es decir, por su intrínseco valor documental. Lo que empezó como una megafiesta de paz, amor libre, música de muchos kilates y drogas a mogollón estilo Woodstock, acabó como el rosario de la Aurora, entre otras cosas por la negativa de gran parte de los 600.000 asistentes a pagar las tres libras que costaba la entrada al recinto. Por la pantalla desfilan los organizadores explicando sus tribulaciones para hacer cuadrar los números y contentar a artistas, managers y público, y un sinfín de pintorescos hippies tan fanáticos de la libertad absoluta como incapaces de elaborar un discurso inteligente. A veces, ni mínimamente articulado. Lerner, autor de esta pieza magistral, otorga también la palabra a un muy conservador ex-combatiente británico que a fuerza de ver y oír los desvaríos de la juventud libre acaba cayéndote hasta simpático. Porque esta película retrata, en vivo y en directo, algo tan humano como la degeneración de los grandes ideales, tal vez del carácter esencialmente miserable de una especie capaz, eso sí, de crear cosas maravillosas, como buena parte de esa música que artistas de la talla de Jimi Hendrix, The Doors, Miles Davis o Leonard Cohen interpretan ante la mirada insobornable de las cámaras. Sobre el escenario también sucedieron cosas muy interesantes, como alguna proclama libertaria hecha con el muy noble fin de no pagar tres libras, la irónica reacción de Kris Kristofferson ante la insultante acogida que le dedicó el público, o la valentía de Joni Mitchell pidiendo respeto a ese mismo público, enfervorizado a causa de unos incidentes completamente ajenos a ella. Al final, todo se descontrola y, como dice el maestro de ceremonias Rick Farr, te topas con la cruda realidad: que un festival musical de esas características no volverá a celebrarse jamás. Y así ha sido. El final, con el paisaje vacío y tan sucio como si en él se hubiera celebrado una batalla medieval, mientras suenan la voz y la música de Bob Dylan interpretando Desolation Row, es perfecto. Como la película.