Empezaré diciendo que los resultados de las elecciones generales de ayer han sido tan penosos como esperaba, o quizá incluso más. Si ya el porcentaje de participación me parece lamentable, el reparto de escaños lo ha sido aún más. La debacle socialista es perfectamente entendible, además de merecida, pero que se haya puesto el futuro del país en manos de la derecha más cavernaria de Europa, como ya se hizo en Catalunya hace un año, es delirante. O no: en un país donde el 40% de la población confiesa no leer nunca, es normal que la gente vote lo que vota. En fin, es lo que hay. Lo que va a haber, al menos a corto plazo, está claro: más recortes, más paro, menos derechos, peores servicios públicos porque hay que pagar la deuda y a los del fraude no se les toca, y todos deseando que nos toque la lotería o que la Virgencita nos deje como estamos (hablo de los que, más o menos, estamos. Los otros deberían escoger entre el suicidio colectivo y las barricadas, según sus gustos personales). La suerte es que el margen de maniobra de Rajoy y su gobierno será, desde el principio, escaso, lo cual me tranquiliza enormemente porque en el PP hay poco diestro para tan fiero Miura como el que habrán de lidiar. No obstante, hay algo de justicia poética en el hecho de que quienes pusieron las condiciones para que se creara la burbuja que hace tiempo explotó, lleguen al poder en el peor (hasta ahora) momento de la crisis. España es tuya, Mariano, a ver qué haces con ella, ya que hasta ahora toda la culpa era de los pérfidos socialistas (misma y exitosa fórmula que se ha utilizado en Catalunya para sodomizar al personal con muy patrióticos recortes, por cierto). La verdad es que el país (intervenido de facto desde hace 18 meses) no está hoy más lejos que el viernes de un rescate o del colapso financiero, pero ya manda la fachenda de verdad y todo es alegría y gaviotas sobrevolando el cielo azul de este estado subdesarrollado y tercermundista. A partir de ahora, todo irá bien. ¿Por qué? Porque los que ganaron ayer tienen las manos libres para aplicar la sangrienta cirugía que nos espera, y que nos merecemos.