Mucho se ha dicho y escrito sobre el Real Madrid-Barça jugado el pasado sábado, así que también yo diré la mía. Que el Barcelona le tiene comida la moral al equipo madridista es un hecho innegable, pese a que antes de cumplirse el primer minuto de juego los blancos se adelantaron en el marcador gracias a un gol de Benzema, producto de una sucesión de fallos de la zaga blaugrana y rebotes varios que favorecieron al francés. La historia reciente pesa mucho, y las consecuencias de semejante golpe de efecto sobre el césped fueron más bien escasas. Ni el Barcelona se descompuso, ni el Madrid consiguió aplacar la ansiedad que le empequeñece en los clásicos recientes o arrinconar a su rival. Cierto es que la mala puntería y el egoísmo de Cristiano Ronaldo tras otro error importante de la defensa azulgrana evitaron el que podía haber sido el segundo gol madridista, pero también que antes de eso el Barça hubiera empatado de no ser por una gran parada de Casillas a chut de Messi. El argentino asistió después a Alexis Sánchez, tan luchador como acelerado, y el Barça empató antes del descanso. Nada más de sí dio una primera parte con mucha más intensidad que buen juego.
En la reanudación ocurrió lo previsible: el tremendo desgaste físico del Madrid empezó a pasarle factura y el Barça, poco a poco, comenzó a hilvanar su fútbol de toque y combinación. Un gol de churro puso a los culés por delante, y a partir de ahí el Madrid se derrumbó y casi no hubo partido, sino un monólogo barcelonista, encabezado por un Iniesta excelso y rubricado con el definitivo 1-3. Partido nuevo, guión conocido y sin cambios previsibles a corto plazo: el Barça es superior al Madrid en fútbol y autoestima, aspecto este último inconcebible en otras épocas, y las estrellas blancas incapaces de mostrar su mejor nivel frente al eterno rival. Una vez más, el centro del campo azulgrana, rebosante de jugadores de talento, se impuso cuando a los locales se les agotaron las pilas, y el Barça logró un triunfo merecido e incuestionable en el Santiago Bernabéu. Queda claro (y algunos lo dudábamos por el pobre rendimiento culé en los desplazamientos ligueros previos) que, hoy por hoy, y pese a los esfuerzos de un Mourinho al que se le acaban los argumentos, el Barcelona es el mejor equipo de la Liga, está un escalón por encima del Real Madrid, y varios por encima del resto del planeta Fútbol.