Ha fallecido el escritor, periodista y polemista anglonorteamericano Christopher Hitchens, uno de los más lúcidos bisturíes literarios de nuestra época. Su libro Dios no es bueno debería ser de lectura obligatoria para todo el mundo, tanto para quienes creemos que la religión es el opio del pueblo, como, y sobre todo, para los opiómanos. Hitchens, que se autodefinía como «mosca cojonera», tenía la combinación perfecta: vasta cultura, dardo envenenado y plena libertad para repartir documentadas hostias a diestro y siniestro. La clase de tipo que uno quiere ser de mayor, vamos. Curioso que el provocador señor Christopher fallezca en unas fechas en las que también lo hicieron otros dos artistas que, cada cual en su género, me han calado hondo: Francisco Casavella y Enrique Morente. Esto hace que a uno le venga la sensación de que aquí ya no queda casi nadie, que lo mejor ya está hecho. Por suerte, los cuerpos mueren y las obras quedan. Y las de Hitchens no son obras cualquiera, de eso estoy seguro.