Nueva píldora. Se recomienda leerla tras una buena y bien regada cena en la que el postre no sea un polvo.
UN HOMBRE NO NECESITA MÁS
En la vida no queremos sufrir/queremos tocar el cielo.
LOS FABULOSOS CADILLACS, La vida
Vasos vacíos, ceniceros llenos y platos sin restos de comida. Así funcionan las noches cuando funcionan. No recuerdo qué celebrábamos, tal vez hace una semana fue el cumpleaños de alguien, o quizá uno de mis amigos acaba de publicar un libro, o simplemente había que celebrar que seguíamos vivos. Lo importante era que, una vez el reloj del comedor marcó las nueve y media, empezaron a llegar a casa mis amigos, las novias de mis amigos que también eran amigas mías (las otras estaban mejor en su casa, tramando su próxima conspiración) y un par de amigos de mis amigos a quienes apenas conocía. Casi todos los presentes eran lo que podría llamarse intelectuales, escritores, músicos, traductores y algún actor, así que yo tenía preparadas un par de películas porno y un compact disc, con la versión de In the ghetto interpretada por El Príncipe Gitano, por si la conversación derivaba hacia lo profundo y trascendental y a un servidor empezaba a atragantársele la comida.
Hablando de comida, me lo había currado: jamón de Jabugo, chorizo de jabalí, morcilla de Burgos, roquefort, manchego, parmesano, idiazábal, gorgonzola, cabrales, foie gras al oporto, anchoas del Cantábrico, ostras, navajas, percebes, una lata de chopped para el perro y unas cuantas hamburguesas para los apóstatas del sibaritismo y el buen yantar. De la bebida se encargaban los invitados, y no lo hicieron mal (he de decir que actuaban bajo la firme amenaza de no probar ni el hueso del jamón si traían basura): Martín Codax Gallaecia, Bracamonte, Arzuaga, Marqués de Riscal y Protos para la comida, y Cardhu, Cardenal Mendoza, Tanqueray y Havana 7 años para tener una buena digestión. Alguien se tomó la molestia de traer unos Cohibas y algo de marihuana, por si nos hartábamos de los cigarrillos, y se ganó el derecho a comer más percebes, el agradecimiento eterno de los fumadores y el odio aún más eterno de los no fumadores presentes.
– Querida plebe -dije yo en cuanto llegó el último de los invitados- sé que no va a ser fácil acabar con todo esto, e incluso puede que suframos algunas bajas en el intento, pero así es la poca bohemia que nos han dejado catar nuestros ilustres antecesores, dura como una maratón. Coman y beban hasta que no puedan más, y no forniquen encima de la mesa mientras queden botellas sin vaciar, que luego me toca limpiar el mantel.¡A comer!
Desgraciadamente, no recuerdo muchas de las cosas que han ocurrido durante las últimas cinco horas. Recuerdo, eso sí, que hablamos de cientos de libros, que repasamos toda mi videoteca en busca de tesoros ocultos, que se escucharon no menos de veinte discos, que durante la cena alguien propuso ilegalizar el Partido Popular, y que unos cuantos decidimos escribir una carta a Rocco Siffredi para intentar convencerle de que encabezara una candidatura independiente a la alcaldía de Santa Coloma de Gramenet. También recuerdo que yo, que en las discotecas sólo me muevo para ir al lavabo o a la barra, acabé bailando un par de viejos éxitos setenteros de Earth, Wind & Fire con la novia de mi amigo Antonio (no seas celoso, Antonio, que la vida son cuatro días y seguro que tú te follas a tu novia diez veces por cada vez que me la tiro yo, y además tú la quieres con amor verdadero). Pero muchas otras cosas no consigo recordarlas: no recuerdo, por ejemplo, cómo me llamo, ni si vivo solo o mal acompañado, ni tampoco me acuerdo de si trabajo o estoy en el paro. Ahora son casi las cuatro de la mañana, el último de mis invitados acaba de cruzar la puerta, estoy agotando mi tercer Tanqueray con limón mientras me fumo mi penúltimo Kent, mis pies desnudos están cruzados sobre la mesa y lo que queda de mi cerebro se encuentra tan en la gloria que ni siquiera pienso meneármela antes de acostarme. ¿Saben? Un amigo mío, futuro premio Nobel por cierto, tiene razón al menos en una cosa: un hombre no necesita más que muchas noches como esta. Hasta mañana.