DOCTOR ZHIVAGO. 1965. 195´. Color.
Dirección : David Lean; Guión: Robert Bolt, basado en la novela de Boris Pasternak; Director de fotografía: Freddie Young; Montaje: Norman Savage; Música: Maurice Jarre; Dirección artística: Terence Marsh; Diseño de producción: John Box; Vestuario: Phyllis Dalton; Producción: Carlo Ponti, para Metro Goldwyn Mayer (EE.UU).
Intérpretes: Omar Sharif (Yuri Zhivago); Julie Christie (Lara); Alec Guinness (Yevgraf); Rod Steiger (Komarovski); Geraldine Chaplin (Tonya); Ralph Richardson (Alexander); Tom Courtenay (Pasha/Strelnikov); Siobhan McKenna (Anna); Rita Tushingham (La chica); Jeffrey Rockland (Sasha); Adrienne Corri (Amelia); Jack McGowran (Petya); Tarek Sharif, Bernard Kay, Klaus Kinski, Gerard Tichy, Aldo Sambrell.
Sinopsis: En la Rusia zarista, el joven médico y poeta Yuri Zhivago vive una vida apacible junto a su familia y su prometida, Tonya. La Primera Guerra Mundial y la inmediata revolución en Rusia darán un vuelco a su existencia, en la que aparece Lara, una joven casada con un revolucionario con la que coincide en el frente.
Después del éxito de El puente sobre el río Kwai y Lawrence de Arabia, en 1964 David Lean era posiblemente el cineasta más importante del mundo. Por ello el productor Carlo Ponti, que tenía los derechos de la novela de Boris Pasternak Doctor Zhivago, prohibida en la Unión Soviética pero que le valió el Nobel de Literatura a su autor, no dudó un instante al ofrecerle al cineasta inglés dirigir la adaptación cinematográfica de una novela rusa convertida en clásica casi desde su publicación. Lean se apoyó en buena parte del equipo técnico y artístico utilizado en Lawrence de Arabia, volvió a rodar en España y creó una obra maestra que fue derrotada en los Oscars por… Sonrisas y lágrimas.
Doctor Zhivago es, fundamentalmente, la historia de un hombre bueno, y de lo difícil que eso resulta cuando el mundo se derrumba. Ello la emparenta a nivel temático con otra joya del cine, la monumental trilogía La Condición Humana que realizó unos años antes Masaki Kobayashi. También tiene muchos paralelismos con el anterior film de Lean: como Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago se nos narra en forma de gigantesco flashback, partiendo de la narración que Yevgraf, el hermanastro del protagonista, hace de su vida a quien cree que es la hija perdida de Yuri. Y esa vida es la de un hombre honrado y sensible, dotado para la poesía y que quiere dedicarse profesionalmente a la medicina. Un hombre que se horroriza ante la ferocidad con la que las fuerzas zaristas reprimen pacíficas manifestaciones obreras, y que en un principio simpatiza con la Revolución que ya empieza a surgir con fuerza impulsada por el Partido Bolchevique. En su plácida vida burguesa, compartida con su esposa Tonya y con el padre de ésta, Alexander, se cruzan personajes que la voltearán por completo y le harán vivir (o, lo que es lo mismo, padecer) desde primera fila hechos que sacudieron al mundo, como una guerra mundial y una revolución que convirtió a su país en una dictadura comunista. Esos personajes son el rico y cínico Komarovski, el revolucionario bolchevique Pasha, y la novia (luego esposa) de éste, Larissa Antipova, Lara, que se convertirá en el gran amor de Zhivago, con la que coincide varias veces, en muy distintos lugares, y de la que se enamora mientras ambos ejercen la medicina (ella, como enfermera) en el frente. El azar, o más bien la predestinación, es uno de los grandes temas de la novela y de la película. No se explican de otra forma los sucesivos reencuentros y separaciones de la pareja protagonista, ni que finalmente Yevgraf, convertido en general soviético, consiga encontrar a la hija perdida de su hermanastro. El film nos dice que somos poco más que muñecos en manos de un caprichoso destino.
En Zhivago, Lean recupera uno de los grandes temas de la primera parte de su filmografía (y de toda su vida personal): el amor adúltero, ausente de sus dos anteriores superproducciones, en las que no había un personaje femenino mínimamente importante. Si en Breve encuentro los protagonistas renunciaban a su amor para regresar a sus vidas anteriores, no ocurrirá lo mismo entre Yuri y Lara, quienes primero se conocen por puro azar en la casa de ésta y por la intervención del innoble Komarovski, a quien finalmente ella dispara, después de haber sido forzada por él, en una fiesta a la que Zhivago asiste como invitado junto a la que pronto se convertirá en su esposa, Tonya, con la que, pese a todo, formará un matrimonio feliz. No ocurrirá lo mismo con el de Lara y el revolucionario Pasha Antipov, tan entregado al éxito de su causa como incapaz de darle a su mujer una vida dichosa. Podría decirse que Lara es Rusia, bella, misteriosa y voluble. Komarovski simboliza el mundo zarista, que presenta muchas similitudes con la Francia prerevolucionaria, y su adaptación al bolchevismo demuestra que los jerarcas comunistas no son tan distintos de los zares. Antipov es la Revolución, a quien primero se recibe con entusiasmo ante el hartazgo que producen las brutales desigualdades sociales, y que más tarde convierte a Rusia en una gigantesca cárcel para ese pueblo al que decía querer liberar. Zhivago, como ya se ha dicho, es un hombre bueno barrido por las circunstancias… que, eso sí, siempre le llevan a Lara. En el frente, en el destierro, en sus versos…
Maestro de maestros, Lean volvió a salir airoso de una película muy difícil en muchos aspectos, entre ellos el político. Apoyado en profesionales de la valía del guionista Robert Bolt o el operador de cámara Freddie Young, el cineasta inglés va más allá de todo eso y vuelve a realizar una obra que deja una huella profunda en la historia del cine. En Kwai fue la selva; en Lawrence, el desierto; en Zhivago son la nieve, la luna y el campo en primavera: quizás no haya otro cineasta que haya sabido integrar de un modo tan fundamental el paisaje en el núcleo de sus películas, ni retratarlo de manera más bella, pocos que hayan explotado con tanto acierto las posibilidades del montaje cinematográfico, o la mezcla de preciosismo y elipsis en los cambios de escena. Grande entre los grandes, Dios salve a David Lean.
¿Qué decir de los actores? La mirada hipnótica de Omar Sharif nos hace olvidar sus innegables limitaciones interpretativas; la belleza de Julie Christie queda en cambio amplificada por su excelente actuación; la dulzura de Geraldine Chaplin, el porte y la voz de Ralph Richardson, o la creíble metamorfosis del primero pacífico y sensible y luego gélido y despiadado Tom Courtenay, nos mantienen ante la pantalla sin pestañear y son puntos fuertes del film. Para el final dejo a las dos matrículas de honor: una vez más, Alec Guinness, inmenso en su rol de jerarca comunista aparentemente frío pero cargado de humanidad; y Rod Steiger, quintaesencia del actor de carácter, que borda al cínico, al práctico, al innoble, al profundamente humano Komarovski de una forma que hace subir un peldaño más a la película en cuanto aparece en escena…
Una cosa más, a título de anécdota: como la película se rodó en España, posiblemente supuso la única vez en cuarenta años en que muchas personas pudieron cantar libremente en este país La Internacional y A las barricadas, sin padecer detenciones, torturas, fusilamientos o exilios. Aunque sólo fuera por eso, esta película merece un lugar en los altares.