Muchas cosas relevantes han sucedido en el muy deportivo fin de semana que ya hemos dejado atrás, empezando por el triunfo del eterno campeón Roger Federer en el Masters 1000 de Madrid. Más allá de las polémicas por las infumables pistas en las que se disputó el torneo, hay que rendirse otra vez al genio del suizo, que superada la treintena sigue dando lecciones de tenis y ganando títulos importantes.
Ayer acabó también la Liga española de fútbol, que ha supuesto el 32º campeonato para un Real Madrid que ha batido todos los récords de goles marcados y puntos obtenidos. Podrán gustar sus maneras o no, pero no cabe duda de que José Mourinho sigue casado con el éxito, y en su segunda temporada ha conseguido superar a un Barça lastrado por una plantilla corta, varios tropiezos difíciles de explicar en los desplazamientos y una excesiva dependencia de un Messi estratosférico, que ha marcado ni más ni menos que 50 goles en Liga. Veremos cómo es capaz de gestionar el club la marcha de Guardiola y la falta de liquidez para renovar el equipo, que seguramente obligará a traspasar a algún jugador importante. La Liga de los demás la ganó de nuevo el Valencia, tercer clasificado… a más de treinta puntos del subcampeón. Los petrodólares, algunos buenos fichajes y la confianza en un entrenador solvente como Manuel Pellegrini han llevado al Málaga a clasificarse para jugar la Liga de Campeones por primera vez en su historia. Por abajo, se consumó el descenso de Sporting y Villarreal, equipo llamado a objetivos mayores al que las lesiones, el propio miedo a descender y algunos resultados ajenos harto sospechosos han llevado a Segunda. Se salvaron de la quema Rayo, Granada y un Zaragoza por cuya permanencia nadie hubiera apostado un euro (veremos si la próxima temporada habrá que apostar con otra moneda) hace apenas un trimestre, período en el que se ha acumulado lo poco interesante de un campeonato que cada vez lo es menos.
Destacar con letras grandes el sorprendente y merecido triunfo del venezolano Pastor Maldonado en la quinta carrera del Mundial de 2012, disputada en el Circuit de Catalunya. Cinco carreras y cinco ganadores distintos, todos de distintas escuderías, dan forma al Mundial más disputado en décadas. Subrayo que a los aficionados veteranos nos encanta ver ganar a un Williams después de ocho años de sequía, y que eso de ver en el tercer escalón del podio a un campeón como Kimi Raikkonen, a los mandos de un Lotus negro, nos devuelve a épocas gloriosas de este deporte.
Qué decir de la Final Four de baloncesto, una de las más extrañas que recuerdo. El nivel baloncestístico ha sido escaso, y quizá por ello el título ha ido a para a las manos del Olimpiakos, el más flojo de los participantes con diferencia. La primera semifinal nos ofreció el agónico triunfo del tan todopoderoso como presionado CSKA de Moscú frente a un Panathinaikos al que sus limitaciones, además del acierto de algunos de los jugadores más importantes del equipo ruso, impidieron mantener la importante ventaja obtenida en el primer cuarto. Por una vez, la magia de Zeljko Obradovic no fue suficiente frente a una escuadra millonaria que parecía haber superado el mayor obstáculo hacia el título. En la segunda semifinal, un Barcelona frío, errático y poco intenso fue derrotado por un Olimpiakos que se agarró al talento de Spanoluis y a los errores ajenos para romper los pronósticos y plantarse en la final. Por parte azulgrana, decepción sin paliativos y pobre rendimiento de casi todos los jugadores, salvando a Navarro, Lorbek y Ndong. Lo de Eidson, Huertas, Mickeal y Wallace estuvo en el límite de lo horroroso, aunque el rendimiento de muchos de ellos durante toda la temporada hiciera temer lo peor.
La final merece capítulo aparte: cómo un equipo limitadísimo, con un juego interior muy pobre, incapaz de anotar más de diez puntos en el primer cuarto y que perdía por diecinueve avanzado el tercero pudo llevarse el título sólo puede explicarse por el imperdonable exceso de confianza de un CSKA que se vio ganador antes de tiempo y acabó sufriendo una humillación en toda regla. Destacar la actuación del joven Papanikolau, que apunta muy alto en el baloncesto europeo, y los minutos finales del ex-jugador de Unicaja Printezis, autor de la canasta que certificaba la increíble remontada griega a menos de un segundo de la conclusión de un partido que en Moscú tardarán mucho en olvidar. Segunda Euroliga para Olimpiakos, que la perdió otros años con equipos hechos a base de talonario (Schortsianitis, Kleiza, Childress, Papaloukas, el ayer calamitoso Teodosic…), y la ha conquistado ahora enarbolando la bandera de la modestia. A veces, cuando el dinero provoca sobredosis de soberbia, no da la felicidad.