Plato fuerte (uno más) en el Jamboree: Tarbaby, una de las bandas de las que más se habla en los últimos tiempos en la escena jazzística. Al frente, Oliver Lake, fundador del World Saxophone Quartet y músico veterano pero siempre inquieto. Acompañándole en el escenario, tres jóvenes bestias pardas: Orrin Evans al piano, Eric Revis al contrabajo y Nasheet Waits a la batería. El currículum de todos ellos habla por sí mismo, y juntos forman un grupo de lo más potente que he oído en años. Aparecieron en el escenario casi un cuarto de hora más tarde de la hora prevista, pero ya en el primer tema (Black skin, white masks) demostraron que no habían venido a pasearse: Lake tocaba con fiereza sobre una base rítmica que no le iba precisamente a la zaga en cuanto a agresividad, en especial Nasheet Waits. Frecuentes incursiones en el free, momentos más pausados en los que el pianista Orrin Evans se ponía al mando de las operaciones y demostraba que no anda corto de expresividad, brutales solos de Revis y Waits, canciones incluidas en el excelente disco The end of fear como Unity o la feroz Tough love, y mucho buen humor entre los músicos, extendido también a las alocuciones al público. Eso sí, a la hora de tocar, tonterías las minimas: pocas veces he visto en la cava de la Plaça Reial a un grupo de jazz alcanzar tan alto nivel de decibelios, sin que lo apabullante de la propuesta signifique en modo alguno ausencia de matices. En un ambiente harto distendido, el grupo se despidió con una breve balada free (así como suena) que resumió en buena medida el concierto de una banda de esas a las que hay que seguir si se quiere estar enterado de por dónde va el jazz del siglo XXI.
En directo, en una actuación reciente en el este de Europa:
En Filadelfia, con el joven saxofonista Stacy Dillard en lugar de Lake: