A la segunda, los griegos, que tanto han hecho para llegar al penoso estado en el que se encuentran, han votado lo que nuestros queridos mandamases (o sea, quienes han acabado de rematarles) querían. Y ahora, ¿qué? Pues nada, más de lo mismo, y todos juntos de la mano (y sin hacer nada verdaderamente útil) hacia el desastre final. De España mejor no hablo: ya escribí el jueves que no tiene futuro, las noticias parecen empeñadas en darme la razón, y no me gusta demasiado repetirme.