BLACK NARCISSUS. 1947. 100´. Color.
Dirección : Michael Powell y Emeric Pressburger; Guión: Michael Powell y Emeric Pressburger, basado en la novela de Rumer Godden; Director de fotografía: Jack Cardiff; Montaje: Reginald Mills; Música: Brian Easdale; Diseño de producción: Alfred Junge; Diseño de vestuario: Hein Heckroth; Producción: Michael Powell y Emeric Pressburger, para The Archers (Gran Bretaña).
Intérpretes: Deborah Kerr (Hermana Clodagh); Kathleen Byron (Hermana Ruth); David Farrar (Mr. Dean); Flora Robson (Hermana Philippa); Jenny Laird (Hermana Miel); Judith Furse (Hermana Briony); Sabu (El joven General); Esmond Knight (El viejo General); May Hallatt (Angu Ayah); Jean Simmons (Kanchi); Shaun Noble, Nancy Roberts.
Sinopsis: Un viejo general cede a una congregación religiosa un castillo en pleno Himalaya. Al mando de las monjas que allá vivirán está la hermana Clodagh, que se habrá de enfrentar a la hostilidad de los nativos, a los conflictos que surgen entre el resto de las religiosas, y a sus propias luchas interiores.
Nada en Narciso Negro es lo que parece en un principio. Uno espera ver un drama de aventuras en el que se narren las peripecias de un grupo de heroicas religiosas en un entorno natural hostil y sus intentos, al final exitosos, por cristianizar a los nativos. La cosa, sin embargo, no va por esos derroteros. Una orden religiosa masculina ya estuvo en el lugar, y apenas tardó unos meses en abandonarlo. «Para cuando llegue la época de lluvias, ustedes no estarán aquí», pronostica Mr. Dean, un cínico inglés que vive en la zona y será el desencadenante indirecto del conflicto mayor del film. La hermana Clodagh, toda aplomo y determinación, se empeñará en contrariarle, pero las dificultades de gobernar un convento en pleno Himalaya, a más de tres mil metros de altura, en un entorno climatológica (el maldito viento, que no deja de silbar) y humanamente hostil, unidas a los propios conflictos de las cuatro monjas que la acompañan, y a los suyos propios (antes de entregar su vida a Jesucristo, la hermana Clodagh la entregó a un apuesto joven irlandés que se marchó a América sin su compañía), pondrán en peligro su misión.
La película trata, fundamentalmente, del conflicto entre represión y tentación, en este caso sexual. Por ello el film no fue del agrado de la censura franquista y no se estrenó en España en su momento. Las consecuencias, en forma de manifestaciones histéricas, de la sexualidad reprimida de las monjas, que va aflorando y tomando forma en la del cuerpo de Mr. Dean, acaban haciendo insoportable la vida en la comunidad. La hermana Clodagh trata de combatir la tentación del sexo, que embriaga el cerebro de la hermana Ruth como el perfume de narciso negro que lleva el joven general, quien, ante la llamada de la carne (en este caso la de la joven y bella Kanchi), toma la opción más sana: obedecer a su instinto. En cambio, las monjas optan por lo contrario aunque, por mucho que se lo propongan, están muy lejos del ascetismo del Hombre Sabio, que asiste impertérrito a la función desde su pequeño rincón de la montaña. La película deja claro su mensaje: no se puede ir en contra de la Naturaleza, ni de las personas, ni de los lugares.
Uno de los aspectos a destacar del film es el giro que, aunque se anuncia en algunos momentos (los recurrentes y vertiginosos planos del campanario), da en su segunda mitad. Podría decirse que la película empieza siendo de Alexander Korda (con Sabu en el reparto, para darle más verosimilitud al asunto), y acaba siendo de Hitchcock. Y es mejor como película de sir Alfred, que de Sir Alexander. Las escenas finales, que quizá sean endebles en lo narrativo (como lo es a veces toda la película), son de una potencia fílmica innegable, por momentos dignas del mejor cine de terror. Powell y Pressburger son dos directores espléndidos en lo visual, obsesivos en el detalle, y saben sacar el máximo provecho de un entorno malsano y opresivo, provocar inquietud en el espectador y, no pocas veces, explicarse mejor con imágenes que con palabras. Para dar forma a sus fantasías, recurrieron a dos colaboradores habituales de probada calidad: Brian Easdale en la música y, sobre todo, Jack Cardiff, que firma la memorable fotografía y obtuvo su único Oscar por esta película. Buen conocedor de la India por anteriores trabajos, su labor en éste es difícilmente mejorable.
En el aspecto interpretativo, se lleva la palma el duelo entre la siempre fantástica Deborah Kerr, que transmite más emoción (e incluso más carnalidad) en sus ojos y gestualidad que otras enseñando mucha carne o haciendo continuas muecas, y una progresivamente desquiciada Kathleen Byron, cuya apariencia en su última escena diría que influyó bastante al Kubrick de El Resplandor. El tercer vértice del triángulo, David Farrar, está simplemente correcto en su actuación, aunque su presencia física y su voz le hacen muy adecuado para el papel que representa en la historia. Destacar también a Flora Robson y a una joven y exóticamente bellísima Jean Simmons en uno de sus primeros papeles reseñables.
Narciso Negro es, pues, una película que engaña al principio y engancha al final, con unos últimos veinte minutos de muy altos vuelos; un film para amantes del cine con mayúsculas, como buena parte de las obras codirigidas por Powell y Pressburger que un servidor ha podido ver.