Se avecina subida del IVA. Evidentemente, por lo bajo, por donde más duele a ese invento a aniquilar que en tiempos se llamó clase media. A nadie de los que mandan en Europa se le ha ocurrido, por ejemplo, crear un tipo impositivo mucho más elevado que el resto y que únicamente se aplique en artículos de lujo. «¿Para qué?», pensarán. «Mientras los de siempre sigan dejándose joder, no necesitamos pensar».
Es sabido que en Galicia se están retrasando pruebas oncológicas sin justificación. También que el primer día laborable en que se aplicó en Catalunya la famosa tasa de un euro por receta el resultado fue caótico, pero rectificar es de sabios y quienes nos gobiernan no se acercan ni de lejos a esa categoría. Capítulo aparte merece el nuevo medicamentazo mariano, que, si bien excluye medicinas cuya eficacia terapéutica es cuanto menos discutible, parece (bien pensado que es uno) hecho a la medida de la industria farmacéutica. Digo esto porque los todopoderosos laboratorios podrán, por un lado, subir los precios de las medicinas no excluidas de las listas de la Seguridad Social y, por otro, beneficiarse de la previsible sustitución de los medicamentos excluidos (ninguno de ellos de precio elevado; se diría que no existen medicinas caras e inútiles) por aquellos similares que no lo estén, y que previsiblemente serán más caros. Si esto ocurre, el nuevo cuento de la lechera del ahorro previsto se rompe en pedazos, al igual que va a ocurrir con la vergonzante amnistía fiscal. Me pregunto si, después del aumento de la aumento de la edad de jubilación y los recortes en Sanidad, lo próximo que harán nuestros gobernantes será pedirnos, amablemente, que nos muramos. Nuestra salud les importa a la hora de prohibir fumar en espacios cerrados, siempre que esos no sean sus propios despachos o que la ley antitabaco disguste a algún magnate estadounidense. De los motores diesel, por ahora, ni mu. De los excesivos niveles de polución del aire que se respira en muchas grandes ciudades, lo mismo. Cuánto hipócrita, y cuánto cabrón.