Ha costado, pero al final los recalcitrantes apóstoles del sufrimiento (ajeno) han cedido algo, y en Bruselas se ha aprobado la recapitalización directa de la banca española, lo cual supone un balón de oxígeno para una economía asfixiada. Que la cosa no va a salir gratis está clarísimo, y la broma va a costar, entre otras cosas, nuevas subidas de impuestos y nuevos recortes sociales. O sea, más asfixia. Pero si tenemos en cuenta que España (y también Italia) estaba al borde de no poder obtener financiación en los mercados, y que la recapitalización directa supone que el dinero del rescate no tendrá la incidencia sobre la deuda pública española que hubiera tenido de haberse hecho vía préstamo al Estado, lo de ayer sólo puede calificarse de buena noticia, la cual debemos, en buena parte, a la presión ejercida por el nuevo presidente francés François Hollande. Quedan por despejar muchas incógnitas, algunas tan fundamentales como a qué interés será el préstamo o cuál sera el plazo de devolución que se establezca, pero al menos, aún respiramos.