Sí, usted, que nunca ha estirado más el brazo que la manga, que no se ha hipotecado a cuarenta años con un sueldo (o dos) de mierda como inútil parachoques, que jamás pidió un crédito para largarse de vacaciones a un país del Tercer Mundo en el que podérselas dar de rico, que trabajó para ganarse el salario que le pagaban, que pagó religiosamente todos los impuestos que le tocaba pagar, que nunca se ha saltado las colas y pensó que con honradez y esfuerzo se llega a alguna parte, ha de saber la gran verdad: que es usted idiota. Porque las vacas gordas las vio pasar de lejos, las flacas se las está comiendo enteras, y la cosa, para la mayoría de la gente como usted, sólo está empezando… Puede usted sufrir en silencio, o bien puede levantar la voz y tomar la calle, que ya sería hora. Más que nada, para intentar meter algo de miedo a quienes siempre han vivido muy bien a costa de personas como usted. Ya lo sabe, ahora el dilema es desparasitarse o morir. Aunque es difícil dejar de ser idiota de un día para otro.