Ha muerto una de esas personas cuyo nombre siempre le venía a uno a la cabeza al escuchar las palabras «intelectual brillante», Gore Vidal. En la novela, en el ensayo o en sus trabajos para el cine, siempre fue agudo, mordaz, profundamente culto y de una honestidad inusual. «El Oscar Wilde de nuestra época», como le denominó otro de los grandes, Christopher Hitchens, deja un notable legado intelectual al que siempre podremos recurrir, pero también la sensación de que hombres como él pertenecen a otra era, y ya han dejado de fabricarse. Tanta gente en el planeta, y cada día más vacío.