PATRICK McGILLIGAN. CLINT EASTWOOD. Lumen. 831 páginas. Traducción de Eduardo García Murillo.
A la hora de biografiar a un personaje famoso y mundialmente reconocido, existen dos riesgos claros: la hagiografía, y todo lo contrario. Este extenso volumen escrito por Patrick McGilligan se acerca bastante más a lo segundo. El problema no es que nos encontremos con una biografía no autorizada por Clint Eastwood, lo cual no tiene nada de malo, sino que, después de su lectura, creo que el biografiado tiene buenas razones para no autorizarla. La desmitificación es loable, pero McGilligan cae muchas veces en lo tendencioso, en lo banal, en ocasiones en el más puro amarillismo. Y no porque muchas cosas de las que cuenta no sean ciertas, sino por algo más importante: quienes amamos las películas de Clint Eastwood y hemos seguido su trayectoria sabemos que es una persona contradictoria, tacaña, situada políticamente a la derecha, narcisista, que ha tenido varios hijos ilegítimos y bla, bla, bla. Muy bien, y qué. Lo que importa en la biografía de un artista, en todo caso, es mostrar la influencia de su vida personal en su obra, que es lo sustantivo, y no hacer un catálogo de sus amistades perdidas, de sus múltiples infidelidades o de sus juicios… narrados única y exclusivamente desde el punto de vista de los presuntos damnificados, pues a esta biografía de Clint Eastwood le falta algo fundamental: Clint Eastwood, actor y director cinematográfico de mucho talento. De ahí, imagino, el mucho énfasis que se le da a todo lo negativo, lo mucho que se minimizan los logros y virtudes de uno de los cineastas más importantes del último cuarto de siglo, como mínimo. No sólo falta Eastwood: también sus hijos, y muchas personas que han trabajado con él durante años. Sólo salen las que acabaron mal con él. De todas formas, el aspecto más criticable es que, tratándose de un libro de casi 900 páginas, la información novedosa sobre las películas de Clint Eastwood es prácticamente nula. Se explora su árbol genealógico hasta las raíces, pero hay que esperar casi cuatrocientas páginas para llegar a… Bronco Billy. Es cierto que hacer una biografía sobre una persona, sin contar con la colaboración (más bien lo contrario) del biografiado y su entorno es tarea complicada, pero al final el libro acaba resultando demasiado largo, repleto de anécdotas más morbosas que relevantes, y tan poco fiable como buena parte de las otras biografías de Eastwood publicadas, aunque por motivos opuestos. Está bien, desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, decir que, por ejemplo, La gran pelea, Firefox o El Cadillac Rosa son películas muy malas, pero para saber eso uno sólo necesita haberlas visto, y no es necesario dar a entender, como se hace en varias ocasiones, que las críticas positivas surgen del amiguismo, y las negativas, en cambio, son totalmente imparciales y llenas de objetividad. Permitan que me ría, que uno lleva media vida viendo cine… y leyendo críticas.
A ratos he pensado que este libro debería titularse «Clint Eastwood en Sálvame«, pero McGilligan tiene la inmensa fortuna de no saber de qué hablo. En todo caso, a uno le queda la sensación de haber leído una voluminosa biografía de Eastwood, y de haber salido de ella con escasas revelaciones importantes sobre lo que le interesaba: sus películas y la visión de las personas que intervinieron en ellas: Lennie Niehaus, Jack Green, Joel Cox, Gene Hackman, Morgan Freeman, Kevin Costner, Diane Venora, Forest Whitaker, Kevin Spacey, Sean Penn, Dennis Lehane, David Baldacci, etcétera, etcétera… ¿dónde están? Por Dios, ni siquiera se menciona que Sin Perdón está dedicada a Sergio Leone y Don Siegel… En fin, habrá que esperar la biografía definitiva del Hombre sin Nombre, y me pongo a temblar sobre lo que puede haber hecho McGilligan con su ya de por sí mucho más sabrosa siguiente víctima: Alfred Hitchcock.