TARGETS. 1968. 89´. Color.
Dirección: Peter Bogdanovich; Guión: Peter Bogdanovich, basado en un argumento original de Polly Platt y Peter Bogdanovich; Director de fotografía: Laszlo Kovacs; Montaje: Peter Bogdanovich; Música: Seleccionada y producida por Charles Greene y Brian Stone; Diseño de producción: Polly Platt; Producción: Peter Bogdanovich, para Saticoy Productions-Paramount Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Boris Karloff (Byron Orlok); Tim O´Kelly (Bobby Thompson); Peter Bogdanovich (Sammy Michaels); Nancy Hsueh (Jenny); Monty Landis (Marshall Smith); Arthur Peterson (Ed Loughlin); Tanya Morgan (Ilene); Sandy Baron (Kip Larkin); James Brown, Mary Jackson, Frank Marshall.
Sinopsis: Byron Orlok es un veterano actor de películas de terror que ha decidido retirarse del cine. Bobby Thompson, un ciudadano normal y educado que colecciona armas. Sus destinos se cruzarán en el autocine en que se estrena la última película de Orlok.
Cinéfilo empedernido, y gran conocedor de la filmografía de maestros como Ford, Hawks, Hitchcock o Welles (a cuya obra ha dedicado libros y/o documentales), Peter Bogdanovich inició su trayectoria en la dirección cinematográfica bajo la tutela del rey de la serie B, Roger Corman (de cuya factoría surgieron, entre otros, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese), y lo hizo de una manera muy cormaniana, aprovechando partes del metraje de una película de su mentor (El Terror, coprotagonizada por Boris Karloff y Jack Nicholson), y filmando el resto de su ópera prima en las condiciones espartanas típicas de la casa. El resultado estuvo muy por encima de las pretensiones y del presupuesto, y El héroe anda suelto sigue siendo una de las mejores películas realizadas por Bogdanovich.
El esquema argumental es muy sencillo, y se basa en el cruce entre dos historias aparentemente sin conexión: la de Byron Orlok, un actor veterano que siente que ya ha pasado su hora y sólo ansía retirarse de las pantallas, y la de Bobby Thompson, bajo cuya apariencia de joven cortés y más bien tímido se esconde un psicópata obsesionado con las armas que planea ejecutar una gran matanza, sin que sus padres y su joven esposa, que viven con él, alberguen la más mínima sospecha acerca de sus intenciones. Orlok y Bobby simbolizan el terror clásico y el moderno, los monstruos y las ilusorias criaturas de la noche de las pantallas frente al lobo solitario contemporáneo, el ciudadano anónimo que, sin que nadie sepa el motivo, un día utiliza las armas que ha ido acumulando durante meses, o incluso años, para asesinar indiscriminadamente a cuantas personas encuentre en su camino. Frente a eso, y Orlok lo sabe, su terror pertenece a otra época, más ingenua, y ya no asusta. Por eso decide poner fin a su carrera y dejar paso a los jóvenes, aunque uno de ellos, el guionista Sammy Michaels (interpretado por el propio director) intenta una y otra vez convencerle para que ruede una película más, que ha escrito expresamente para él. La sensación que uno tiene al ver estas escenas es la de su absoluta verosimilitud, hasta el punto de poder ser perfectamente una transcripción casi literal de las conversaciones que mantuvieron Bogdanovich y Karloff antes de que éste se decidiera por fin a interpretar a Orlok a las órdenes del joven debutante. En la película, Sammy y Orlok conversan mientras ven en televisión El Código Penal, un clásico de Howard Hawks que supuso el primer papel importante de Karloff en la gran pantalla. «Él sí que sabe contar historias», dice Sammy/Bogdanovich con la reverencia a los maestros que distingue a los verdaderos cinéfilos. «Desde luego», apostilla un Orlok/Karloff presa de la nostalgia, sabedor quizá de que el género humano, cuando cierra una época e inicia otra, no es especialmente dado a conservar las mejores cosas de la era anterior.
También dice mucho del tono de la película que su clímax se produzca en un autocine, lugar lleno de significados para las generaciones de norteamericanos que crecieron en la posguerra, y que a finales de los años 60 estaban ya en pleno declive. Hasta allí llega Orlok para hacer su última aparición pública como actor, y hasta allí llega Bobby Thompson para culminar su obra criminal, iniciada horas antes asesinando a su esposa, a su madre y a un joven repartidor que tuvo la mala suerte de cruzarse con él, y continuada mediante disparos indiscriminados a los conductores que transitaban una carretera en la que les esperaba un final absurdo y carente de sentido, valga el pleonasmo. Cierto es que el enfrentamiento final entre Orlok y Bobby no está bien resuelto, pero también que el resto del film está muy bien hecho, y que la mirada inexpresiva de Tim O´Kelly, símbolo de la indiscriminada violencia moderna (Auschwitz, Jasenovac, Nanking, Nagasaki, Manson, Srebrenica, Breivik…), sí consigue asustar porque, como se muestra en la película, hoy no podemos tener miedo de unos monstruos que jamás saldrán de la pantalla, pero sí del verdugo que, escondido detrás de su religión, su patria, su ideología o su pura y simple demencia, puede estar acechándonos a la vuelta de la esquina.
Hay películas que consiguen hacer de su escasez de medios una virtud, y suplir con talento e ingenio las carencias presupuestarias. El héroe anda suelto es un magnífico ejemplo de ello. Las interpretaciones no son ninguna maravilla, a excepción de la de un actor limitado y encasillado como Karloff, que aquí se luce como pocas veces, pero la factura técnica del film es excelente, la inquietud y la tensión del espectador no dejan de crecer, los insertos de El Terror se enmarcan con toda lógica en la historia y, en suma, el debut cinematográfico de Bogdanovich, cineasta cuya carrera acabó hundiéndose con la misma fuerza con la que emergió, queda como una obra más que interesante, acreedora del demasiado generosamente repartido calificativo de película de culto.