MARATHON MAN. 1976. 125´. Color.
Dirección: John Schlesinger; Guión: William Goldman, basado en su propia novela; Director de fotografía: Conrad Hall; Montaje: Jim Clark; Música: Michael Small; Diseño de producción: Richard MacDonald; Dirección artística: Jack De Shields; Producción: Robert Evans y Sidney Beckerman, para Paramount Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Dustin Hoffman (Babe Levy); Laurence Olivier (Szell); Roy Scheider (Doc); William Devane (Janeway); Marthe Keller (Elsa); Fritz Weaver (Profesor Biesenthal); Richard Bright (Karl); Marc Lawrence (Erhard); Allen Joseph, Ben Dova, Tito Goya.
Sinopsis:Babe, un joven estudiante de historia que se entrena para correr maratones, se ve envuelto en una trama criminal en la que estan implicados su hermano, que trabaja para una organización secreta del Gobierno estadounidense, una mujer a la que conoce en una biblioteca y de la que se enamora, y un criminal de guerra nazi que se esconde en Uruguay.
Siete años después de su primera y muy celebrada colaboración, las carreras cinematográficas de John Schlesinger y Dustin Hoffman volvieron a unirse en un proyecto muy distinto, un thriller puro de reminiscencias hitchcockianas que se basaba en un best seller de William Goldman. Mientras el director no había conseguido repetir en sus siguientes proyectos el éxito de Cowboy de medianoche, Hoffman se hallaba en la cima de su popularidad y gozaba de un status de gran estrella que le permitía elegir sus proyectos y colaboradores prácticamente a su antojo.
Un accidente de tráfico que provoca la muerte de dos ancianos desencadena una trama en la que su protagonista, al igual que el Cary Grant de Con la muerte en los talones, se ve envuelto sin comerlo ni beberlo mientras descubre que nadie es quien parece ser y lucha por salvar su vida, amenazada por unos criminales que le creen en posesión de un secreto que les llevará hasta unos valiosos diamantes. Babe Levy, un estudiante de historia cuyo padre fue víctima de la caza de brujas del maccarthysmo, prepara una tesis sobre la tiranía en la política americana al tiempo que entrena sin descanso para correr una maratón. Su hermano Doc, en apariencia un próspero empresario petrolífero, es en realidad un destacado empleado de una organización secreta gubernamental cuyo jefe, Janeway, es todo un especialista en jugar con dos barajas. También su nueva novia, Elsa, guarda algunos secretos detrás de su cautivadora sonrisa. Babe no entiende nada, pero una agresión sufrida en Central Park y el posterior asesinato de su hermano le harán ver que su vida está en serio peligro. Todo empieza a cuadrar cuando aparece en escena Szell, un criminal de guerra nazi, dentista en Auschwitz, que ha llegado a Nueva York en busca de los diamantes. El pacífico Babe no tendrá otro remedio que jugar al juego que le proponen sus perseguidores y enfrentarse a ellos para salvar el pellejo.
Dos veces he hablado ya de Hitchcock, y no ha sido en vano. Schlesinger, paisano de Sir Alfred, demuestra tener buen pulso para el thriller a la hora de mostrar en escena una historia compleja, alambicada y apasionante, la de un hombre común enfrentado a unos asesinos acostumbrados a liquidar sin piedad a tipos como él. El personaje de Babe Levy guarda muchas similitudes con el que años atrás interpretara Hoffman en Perros de paja, y permite al actor, que como siempre se preparó concienzudamente para estar al alto nivel exigible, hacer una interpretación mucho más física de lo que en él es habitual, intensa pero más contenida que en Cowboy de medianoche, y muy creíble al pasar de la perplejidad a la acción. Enfrente, un villano de primera clase, Sir Laurence Olivier, cuyo rostro desprende toda la maldad refinada que uno espera de un criminal nazi, simbolizadas en ese cuchillo que se saca de la manga y en el indisimulado placer que demuestra cuando se dispone a utilizar sus instrumentos de tortura. Szell, el Ángel Blanco de Auschwitz, es quien mueve los hilos que amenazan con estrangular a Babe y que acaban con la vida de su hermano Doc, excelente Roy Scheider en el rol de agente de gustos refinados. Las marionetas de Szell, que casi siempre se presentan al protagonista bajo una falsa máscara de bondad, son el jefe de Doc, un inquietante William Devane, y la novia de Babe, una Marthe Keller en plan rubia femme fatale víctima de un personaje no especialmente bien definido en esta muy masculina película.
Como thriller, Marathon Man es de primera fila. Tiene suspense, acción, interesantes giros argumentales, personajes carismáticos, y un malvado sensacional. Schlesinger, que vuelve a utilizar con frecuencia los saltos hacia atrás en el tiempo de los que hizo bastante uso en Cowboy de medianoche, se muestra más sobrio y menos efectista en la puesta en escena que en aquella película, ciñéndose a una historia que pocas filigranas necesita. Si además uno tiene un director de fotografía del nivel de Conrad Hall, queda claro que visualmente a la película pueden ponérsele pocos peros. En el plano narrativo, el film engancha y constituye un entretenimiento de un nivel que en los años 70 era frecuente encontrar, y cada vez lo es menos. Escenas como la del intento de asesinato de Doc en su hotel parisiense, la tortura dental de Szell a Babe, o ese final a base de agua, diamantes y dos actores superlativos, son tan difíciles de igualar como de olvidar. Si, como dijo Billy Wilder, nueve de los diez mandamientos del cine se resumen en dos palabras («no aburrir»), Marathon Man es una muy buena interpretación de los designios del Altísimo.