LET´S GET LOST. 1988. 120´. B/N.
Dirección:Bruce Weber; Guión: Bruce Weber; Director de fotografía: Jeff Preiss; Montaje: Angelo Corrao; Música: Chet Baker; Dirección artística: Sam Shahid; Producción: Bruce Weber, para Little Bear Productions-Nan Bush (EE.UU).
Intérpretes: Chet Baker, Carol Baker, Diane Vavra, Ruth Young, Vera Baker, Missy Baker, Paul Baker, Dean Baker, Dick Bock, Hersh Hamel, Jack Sheldon, Flea, Lisa Marie, Chris Isaak, William Claxton, Joyce Night Tucker.
Sinopsis: Documental que narra la vida artística y personal del trompetista de jazz Chet Baker, figura emblemática del jazz de la costa Oeste.
Let´s get lost es la historia de un hombre que lo tuvo todo y lo desaprovechó, la crónica de cómo un joven músico guapo y con talento, siempre rodeado de bellas mujeres y conduciendo coches caros, se convirtió en un viejo yonqui de rostro ajado y voz apenas audible… que pese a ello siguió hasta el final de su vida rodeado de bellas mujeres y conduciendo coches caros. Bruce Weber nos narra, en riguroso blanco y negro y en forma de abigarrado collage, la historia de Chet Baker contada por él mismo, por su familia y por su larga lista de ex-mujeres. A veces, a Weber, prestigioso fotógrafo, le sobra efectismo en la puesta en escena, abusa de los primeros planos de un rostro destrozado por años de adicción, y me hace pensar en que haría falta más sobriedad para contar una historia que trata sobre todo lo contrario. No obstante, el film tiene momentos muy bellos, tanta música de Baker como escasa presencia en el metraje de compañeros de profesión, y mucha tristeza, la que transmite un hombre autodestruído, que se suicidó poco después de terminar el rodaje de esta película y fracasó como hijo, como marido y como padre. Encantador y pendenciero, sensible y manipulador, atractivo y repulsivo a partes iguales, Baker fue un gran músico, que sin embargo se quedó lejos de lo que podía haber dado, y cuyo arte pocas veces llega a la altura de otros grandes drogadictos del jazz como Stan Getz, Bill Evans o Art Pepper, por no hablar de Charlie Parker o Billie Holiday. Mejor trompetista que cantante, Baker tuvo mucho éxito en ambas facetas, aunque no tanto como en aquella a la que con más ahínco se consagró: la de drogadicto.
En el film llaman la atención varias cosas: que se habla muy poco, y se dedica escaso metraje, al Chet Baker de los años 60 y 70, que se hace mucho hincapié en mostrar imágenes de las películas (todas mediocres) que Baker rodó en su país y en Italia, y en el énfasis, que acaba agotando por su reiteración, en mostrar, a través de innumerables fotografías y del mencionado abuso de los primeros planos, cuánto puede llegar a destrozarse un bello rostro. Precisamente, la narración del episodio más célebre de la espiral de decadencia de Baker, la paliza en la que perdió toda su dentadura, es uno de los capítulos más interesantes de la película, pues ahí el espectador comprueba que definitivamente Chet Baker es embustero y manipulador, comprende porqué su rostro atractivo, sensible y atormentado encandiló a tantas mujeres (y también a muchos hombres), y porqué el conocimiento del verdadero Chet Baker, aquél para quien muchas veces los demás eran simplemente el medio para pagarse su siguiente dosis, hizo que nadie, ni su madre, ni sus exmujeres, ni sus hijos, ni seguramente muchos de quienes le acompañaron durante su trayectoria musical, pudiera dejar de sentir rechazo hacia un talentoso músico que fue, por encima de todo, un drogadicto y que, en mi opinión, pese a algunos momentos muy brillantes, y al hecho de que después de quedar desfigurado consiguió volver a la música y participar en algunas grabaciones y conciertos históricos, no pertenece al olimpo de los verdaderos grandes del jazz.