LONDON: THE MODERN BABYLON. 2012. 125´. B/N-Color.
Dirección: Julien Temple; Guión: Julien Temple; Director de fotografía: Steve Organ; Montaje: Caroline Richards; Música: The Rolling Stones, The Clash, Sex Pistols, Pet Shop Boys, The Kinks, Small Faces, The Shadows, Bob Marley, etc.; Supervisión musical: Maggie Rodford y Chantelle Woodnutt; Producción: Stephen Malit, Amanda Temple y Julien Temple, para BBC Films (Reino Unido).
Intérpretes: Michael Gambon, Hetty Bower, Miss Marsh, Malcolm McLaren, Barbara Cartland, Tony Benn, Lil Snoddy, Michael Horovitz, Molly Parkin, Keith Allen, Ray Davies, Suggs, Imelda Staunton.
Sinopsis: Documental que explica la historia de la ciudad de Londres desde principios del siglo XX, explicada con imágenes de época, entrevistas a londinenses de toda la vida y, sobre todo, a través de las canciones que han marcado las diversas etapas por las que ha atravesado la ciudad en los últimos 107 años.
El director Julien Temple es fundamentalmente conocido, tanto por sus admiradores como por sus detractores, por ser un realizador de documentales con estilo propio (multitud de imágenes simultáneas, elefantes…), lo que en principio podría resultar paradójico si no se conoce, por ejemplo, a Michael Moore. En esta ocasión se ha propuesto un objetivo muy ambicioso: resumir el último siglo de vida de una gran metrópolis (y no una cualquiera, sino aquélla en la que él nació) utilizando las imágenes y canciones que mejor podían resumir las distintas épocas, así como entrevistas realizadas a personajes emblemáticos, tanto públicos como anónimos, de la capital británica. Nada más empezar, The Clash y su London Calling nos ponen en situación: la vida en una gran ciudad es dura, y necesariamente llena de conflictos. El primero que se nos narra, en la voz de una anciana judía de 105 años, son las dificultades que encontraron al llegar a Londres, el paraíso de libertad y tolerancia soñado por muchos, los refugiados judíos que huían de los pogromos en el Este de Europa, en forma de exclusión social y no pocas manifestaciones de antisemitismo.
La línea ideológica del documental es marcadamente progresista, y de hecho la película es una encendida defensa de la multiculturalidad y de la justicia social, denunciando que el verdadero conflicto es entre ricos y pobres, entre los que todo lo tienen y los que todo tienen que pelearlo. Lamentablemente, en otros lugares más pequeños y más cercanos mucha gente parece haber olvidado esto y se dedica a jugar con banderitas. En fin, volviendo al documental de Temple, el eje sobre el que gira la narración es la exposición de las condiciones de vida de las diferentes clases sociales, las dificultades con las que se encontraron al llegar a Londres los miembros de las distintas comunidades (la mayoría procedentes de antiguas colonias británicas) que, con el paso de los años, han llegado a ser mayoría en distintos barrios de la ciudad, y en los conflictos en los que ésta se ha visto inmersa: las distintas revueltas obreras y populares, siempre reprimidas con contundencia por la policía, el retorno de cientos de mutilados tras las duras batallas de la Primera Guerra Mundial, la edad del jazz, los duros años 30, con la Gran Depresión y el fantasma de la guerra, los salvajes bombardeos alemanes, la euforia tras la victoria aliada, la reconstrucción, los grises años 50, el Swinging London de los 60, que convirtió a la ciudad en la capital de lo moderno, la dura crisis de los 70… Temple se centra en la época punk, pues en ella estuvo su formación como persona y como cineasta, en cómo las duras condiciones de vida de las clases bajas, formadas en buena parte por inmigrantes, hicieron aumentar la conflictividad social hasta provocar graves disturbios en distintas etapas anteriores al funesto thatcherismo, y también durante éste. No se olvida la gentrificación, que en la capital británica se centró en la zona del puerto y los muelles, en las grandes operaciones urbanísticas especulativas que enriquecieron a unos pocos, jodieron la vida de muchos más y aumentaron las ya de por sí acentuadas desigualdades sociales hasta extremos insoportables. El film acaba con la euforia provocada por la designación de Londres como sede de las Olimpiadas de 2012, otra vez la excusa para que el capitalismo salvaje se saltara todas las barreras, y con los graves disturbios ocurridos en barrios como el de Tottenham durante el verano de 2011.
Es un placer para urbanitas devotos ver, en apenas dos horas de metraje, cómo late el corazón de una gran ciudad durante más de un siglo, y escuchar cómo lo cuentan personas como un destacado poeta de origen judío, el dueño de una parada de mercado o el cantante de Madness. Y resultan muy interesantes las reflexiones de los viejos, en las que insisten en que ese Londres idílico que según algunos se está perdiendo, jamás existió realmente. Que la vida siempre fue fácil para algunos, y muy dura para la mayoría.
En mi opinión, Julien Temple sale más que airoso del complicado objetivo que se impuso, y el resultado de condensar en dos horas cientos y cientos de metros de película de todas las épocas posibles, es muy brillante, por momentos magnífico. Berlín tuvo la sinfonía de Rüttmann, Roma la genialidad de Fellini, y Londres tiene la autenticidad de esta película, sustentada en buena parte por esas canciones que marcaron época, desde Piccadilly Trot hasta West End Girls, pasando por Limehouse Blues, Apache, Street Fighting Man o Waterloo Sunset, por las palabras de poetas como T.S. Eliot o W.B. Yeats, por las apariciones de iconos londinenses como Michael Caine, Terence Stamp, David Bowie o Julie Christie, y por las imágenes de películas en los que la ciudad de Londres es un personaje importante, como Chantaje (dirigida por un cockney de pura cepa llamado Alfred Hitchcock), El Fotógrafo del Pánico, El Largo Viernes Santo o Principiantes, dirigida por el propio Temple, que aquí realiza una gran declaración de amor a la ciudad que le vio nacer, pero una declaración muy lejana del amor ciego o de la vacía postal turística con que los cineastas suelen retratar esas ciudades que no son la suya.