TOO LATE THE HERO. 1970. 128´. Color.
Dirección: Robert Aldrich; Guión: Robert Aldrich y Lukas Heller, basado en un argumento de Robert Aldrich y Robert Sherman; Dirección de fotografía: Joseph Biroc; Montaje: Michael Luciano; Música: Gerald Fried; Decorados: John Brown; Dirección artística: James Dowell Vance; Producción: Robert Aldrich, para The Associates & Aldrich Company-ABC Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Michael Caine (Tosh Hearne); Cliff Robertson (Teniente Lawson); Ian Bannen (Thornton); Harry Andrews (Coronel Thompson); Denholm Elliott (Capitán Hornsby); Ronald Fraser (Campbell); Lance Percival (McLean); Ken Takakura (Mayor Yamaguchi); Henry Fonda (Capitán Nolan); Percy Herbert, Patrick Jordan, Don Knight.
Sinopsis: En plena guerra del Pacífico, un oficial americano es asignado como acompañante de un pelotón británico cuya misión es destruir una estación de radio japonesa en Nuevas Hébridas.
Aún reciente el éxito de Doce del patíbulo, Robert Aldrich realizó una nueva incursión en el género bélico, esta vez enmarcada en la guerra del Pacífico. Comando en el mar de China (horrendo título español, para variar) es un proyecto mucho más personal, en el que Aldrich dirige, produce y coescribe el guión junto a Lukas Heller, responsable del libreto de su ilustre predecesora. El enfoque, no obstante, es harto distinto: el reparto, siendo muy bueno, no es multiestelar, hay más tensión que acción propiamente dicha, y la épica, que es más bien escasa y se reserva casi en exclusiva para el tramo final, deja paso a un mayor verismo. Los soldados de esta película no son héroes, sólo seres humanos llenos de dudas y debilidades que se encuentran a miles de kilómetros de su hogar y apenas saben por qué luchan. Se nota, además, que el orden mundial había cambiado y que en 1970 Japón había pasado de enemigo de los Estados Unidos a país aliado: los japoneses luchan con honor y valentía, y el personaje más aborrecible del film no es ningún militar japonés, sino uno de los soldados que forman el pelotón británico, Campbell, un cobarde ladrón y asesino.
En esta película, el toque Aldrich se decanta más hacia el antibelicismo que al desprecio de la autoridad (que, no obstante, continúa presente). Los británicos se ven envueltos en una misión de apoyo a su principal aliado en Europa, que en el fondo tampoco les importa demasiado, y el oficial americano entra en escena forzado por las circunstancias, pues su objetivo era pasarse la guerra tras una mesa de oficina y tomando el sol en la playa. Unos y otro se mueven entre la selva más por inercia, o por puro instinto de supervivencia, que por razones más heroicas que no les atañen. Al final, después de una acción de combate que acaba con la muerte del oficial británico de mayor rango, el estadounidense sí toma conciencia de la importancia de la misión, y de las pérdidas humanas que ocasionaría su fracaso. Pero, como dice el título original, quizá para él ya llegue demasiado tarde lo de convertirse en héroe…
Es evidente que a Aldrich, que dirige la película con el vigor y la pericia de siempre, le interesa más mostrar las vivencias del pelotón en la selva, con ese oficial japonés que se dirige a ellos por radio y del que los soldados oyen su voz, pero no ven (como si fuera Dios), que el relato de una hazaña bélica. Esto hace, por un lado, que en ocasiones el desarrollo de la película peque de cierta lentitud, y además no acaba de quedar claro el cambio de actitud del teniente Lawson, más allá de la culpabilidad que siente después del incidente en la centralita japonesa. Estas dos circunstancias lastran, a mi entender, el resultado de una película por todo lo demás muy notable que, posiblemente, sea la que más se acerque a lo que fue la guerra de verdad de todos los films bélicos de Aldrich. En éste, como en los anteriores, cabe destacar la ausencia de personajes femeninos.
Respecto al reparto, decir que está formado por buenos actores británicos como Ian Bannen, Harry Andrews o Denholm Elliott, todos los cuales están excelentes, y por un Michael Caine cuya interpretación está a la altura de lo que él es: uno de los mejores actores de cine de todos los tiempos. Enérgico o cínico, sonriente o airado, Caine siempre resulta creíble. Cliff Robertson le da una buena réplica, pese a que en mi opinión la metamorfosis de su personaje (que pasa casi de ser el Tony Curtis de Operación Pacífico a uno de los doce del patíbulo) no acaba de estar bien definida. Destacar la aparición de Henry Fonda al principio de la película, así como la imperturbabilidad de Ken Takakura en el papel del oficial japonés. Una vez más, Aldrich demostró que sabía escoger a los intérpretes idóneos para sus proyectos, y que una vez en el rodaje no le era difícil sacarles el máximo rendimiento.
Comando en el mar de China no es una película excelente, pero sí notable, especialmente en unas últimas escenas vibrantes culminadas por la huida desesperada de Tosh y Lawson hacia la zona británica entre los disparos de los soldados japoneses. Esta escena se ha convertido, con toda justicia, en una joya del cine en sí misma, muchas veces recordada, y no pocas imitada. Robert Aldrich tenía, qué duda cabe, muy buena mano para las escenas de acción, y el conjunto de su aportación al cine bélico es de lo más reivindicable.