Primera visita al Jamboree en este año convulso, en un día inusual para mí como el jueves, y con un buen motivo: ver en acción al cuarteto de Nasheet Waits, un batería cuyo nombre aparece desde hace años vinculado a algunas de las bandas de referencia del jazz del siglo XXI (Tarbaby, sin ir más lejos). En esta gira, Waits se presenta al frente de un poderoso cuarteto completado por Logan Richardson al saxo alto, James Hurt al piano y Tarus Mateen al bajo. Una formación que sigue las pautas marcadas por el que tal vez sea el cuarteto jazzístico más influyente de las últimas décadas, el de Branford Marsalis: técnica arrolladora y mucho, mucho músculo.
Fue un concierto breve, de poco más de una hora, pero intenso. A uno no deja de sorprenderle, aún habiendo visto muchos ejemplos, la capacidad de los músicos de jazz moderno para tocar tan rápido y tan bien como lo hacen, y su habilidad para desmenuzar los temas e interpretarlos con tanta energía. Waits tiene una pegada brutal, y se ha rodeado de músicos a su altura: Mateen es firme y contundente como una apisonadora, Richardson un tipo capaz de extraer sonidos oscuros y poderosos de su saxo alto, y Hurt un pianista de estilo ultrapercusivo, cuyos duelos con Waits (por momentos, si cerraba los ojos, me parecía estar escuchando a su padre, el gran batería Freddie Waits, en pleno despliegue junto a McCoy Tyner) fueron de lo mejor de la noche. Los músicos, distendidos y con ese aire de suficiencia tan típico de los que son muy buenos y lo saben, confirmaron que, siendo muy interesante lo que había escuchado de ellos en disco, el jazz es una música de directo y un club es el mejor lugar para disfrutarlo. A todo esto, al parecer el grupo tuvo tiempo de visitar los alrededores de la Plaça Reial antes (o después) de sus conciertos, vistas las alusiones de Waits a lo ideal que resulta montar un club de jazz en un lugar como aquél, con la policía dando vueltas continuamente y un montón de tipos que caminan como si estuvieran arrastrando una durísima resaca desde la noche anterior. Al menos, se salieron del topicazo del «me gusta visitar la bella ciudad de Barcelona», y mintieron poco. Como cuando tocaron. Lo suyo es de verdad, jazz moderno, enérgico, arriesgado y sin concesiones. Y lo mío es ir al Jamboree a disfrutar de bandas como ésta.
En Nueva York, hace dos meses, y en dos partes:
Parte 1:
Parte 2: