THE BOXER. 1997. 116´. Color.
Dirección: Jim Sheridan; Guión: Terry George y Jim Sheridan; Dirección de fotografía: Chris Menges; Montaje: Gerry Hambling y Clive Barrett; Música: Gavin Friday y Maurice Seezer; Dirección artística: Fiona Daly y Richard Earl; Diseño de producción: Brian Morris; Producción: Arthur Lappin y Jim Sheridan, para Hell´s Kitchen Films-Universal Pictures (República de Irlanda-EE.UU.).
Intérpretes: Daniel Day-Lewis (Danny Flynn); Emily Watson (Maggie Hamill); Brian Cox (Joe Hamill); Gerald McSorley (Harry McCormack); Ken Stott (Ike Weir); David Hayman, Tommy O´Neill, Ciaran Fitzgerald, Peter Sheridan, Kenneth Cranham, Paul Ronan, Ian McElhinney.
Sinopsis: Danny Flynn, un boxeador de Belfast, sale de prisión después de catorce años. Su delito fue pertenecer al IRA, organización de la que se ha desvinculado. Al regresar, pretende retomar su carrera pugilística y recuperar a Maggie, el amor de su vida.
Después del gran éxito de En el nombre del padre, el director Jim Sheridan volvió a las calles de Belfast para hablar del conflicto norirlandés, esta vez desde una óptica más intimista y políticamente equidistante que en su anterior obra. Aquí queda claro que, en un conflicto como el del Ulster, todos acaban siendo víctimas: la sociedad entera, por la segregación entre católicos y protestantes y la imposibilidad de lograr una convivencia pacífica entre ambas comunidades; Danny, porque perdió su juventud y a su gran amor al servicio de una causa de la que acabó descreyendo; Maggie porque, pese a que su matrimonio es un fracaso, es la hija de un alto mando del IRA y, por ello, está obligada a guardar fidelidad a su marido preso; Joe, porque el conflicto creado tras el regreso de Flynn, unido a las negociaciones de paz, pone en peligro su liderazgo en el IRA y en riesgo a su familia; Harry, porque su dogmatismo e intolerancia han acabado convirtiéndole en un criminal sin escrúpulos, y Ike, porque sólo en el boxeo y el alcohol encuentra refugio frente a un entorno putrefacto.
Con el proceso de paz en plena ebullición, y la tregua del IRA ya declarada, Sheridan apuesta de modo decidido por la paz, la convivencia y el perdón, y fustiga a quienes los dificultan, sean católicos o protestantes. Todo gira alrededor de tres grandes temas: el boxeo, el amor y la lucha armada y sus consecuencias. Respecto al primero de ellos, lo primero que hay que decir es que las escenas boxísticas, más frecuentes e importantes en la segunda mitad del film, están rodadas con buen estilo, montaje preciso y atención repartida entre los que se baten en el ring y el impacto que las peleas tienen en los espectadores. Sheridan, cuya carrera apenas ha levantado cabeza después de esta película, no es un cineasta sutil, pero sí preciso, que busca a toda costa la implicación emocional del público y tiene la suficiente pericia como para lograrla. En el romance entre los protagonistas hay carnalidad y hay ternura, hay dos personas que se aman en una sociedad en la que ese sentimiento puede costarles incluso la vida. No suena demasiado real, pero en la pantalla queda bonito.
El verdadero tema de la película quizá sea lo complicado que resulta ser razonable en mitad de la sinrazón, tender puentes en lugar de dinamitarlos, ser fiel a uno mismo y a las propias raíces cuando todo está contaminado por el odio y el miedo, tanto a la omnipresente visión de los soldados británicos como a la rígida dictadura del IRA en los barrios católicos. Danny Flynn es un hombre obsesionado con recuperar los años perdidos en prisión, y a la vez el ejemplo de las consecuencias que puede acarrear el hecho de oponerse a un statu quo que realmente no gusta a nadie, pero que al tiempo nadie osa cuestionar, creado por siglos de odio mutuo y sangre (muchas veces inocente) derramada.
The Boxer, siendo mejor en muchos aspectos que su ilustre predecesora, no obtuvo ni de lejos la misma repercusión que En el nombre del padre. Sheridan sigue pecando a veces de efectismo, pero esta obra es menos maniquea; el trabajo de Chris Menges es francamente brillante, y lo mismo hay que decir de las interpretaciones de la pareja protagonista. Daniel Day-Lewis está siempre intenso, pero nunca excesivo, y demuestra que es uno de los mejores y más concienzudos (véase su esfuerzo por resultar un boxeador totalmente creíble) actores del mundo. En cuanto a Emily Watson, está claro que esta actriz rebosa expresividad y buen hacer. Cox y McSorley, los dos tipos duros del IRA, el pragmático y el extremista, interpretan sus papeles de un modo más que adecuado, y el quinto protagonista destacado, Ken Stott, aúna humanidad y orgullo en la derrota.
Una película imprescindible para entender el conflicto irlandés, y al mismo tiempo un acertado retrato de la lucha de un individuo contra todo un mundo, contra una sociedad arrogante que se resiste a reconocer su fracaso. Sin llegar a la excelencia, no se queda muy lejos. Se disfruta, se sufre y hace pensar sobre quiénes somos y cómo funcionamos colectivamente.