Nuevo relato. Si cree que la perseverancia es la virtud de los mediocres, ésta es su píldora. Se recomienda tomarla tras ver algún vídeo de Maradona o de Magic Johnson.
ÚLTIMOS SEGUNDOS
Un hombre ha de ser consciente de sus limitaciones.
CLINT EASTWOOD (Harry Callahan) en Magnum Force.
Luis Martínez siempre había sido lo que los periodistas suelen llamar “un jugador de equipo” o “un trabajador del básket”. Él, al borde ya de la treintena, estaba un poco harto de esa etiqueta, porque sabía que en el fondo significaba “jugador mediocre para equipos mediocres”, y él, si bien nunca fue una estrella ni había llegado a jugar en la selección, sí había sido un jugador valioso en clubes de prestigio, aunque algunos de ellos, como por ejemplo el actual, vivían una etapa de vacas flacas de la que no acababan de salir.
En la carrera de todo deportista hay momentos para el recuerdo, y sin duda el hecho más recordado en la trayectoria baloncestística de Luis Martínez tuvo lugar hace pocos meses, en un partido en el que su equipo, que como ha quedado escrito no atravesaba su mejor época, se jugaba la clasificación para las semifinales de lo que en tiempos se llamó la Copa Korac contra un equipo croata lleno de jovenzuelos anárquicos y talentosos. Entre ellos destacaba un escolta de 19 años apellidado Lazevic, futura estrella de la NBA a juicio de muchos entendidos y al que Luis iba a defender. Siempre defendía a la estrella del adversario si ésta era un jugador de perímetro.
Para conseguir clasificarse, el equipo de Luis necesitaba ganar por al menos seis puntos, y, animado por su público, se aplicó de inmediato a la tarea: Tres cojones Jenkins (llamado así porque la primera frase que aprendió en español, y la que más veces repetía, era “me importa tres cojones”), anotó cuatro triples en los primeros seis minutos, los croatas no metían una e, incluso, al finalizar el primer cuarto (con 24-11 y 15 puntos de Jenkins) Luis Martínez había anotado más puntos (4) que Lazevic.
En el segundo cuarto, a Luis le tocó descansar y en su lugar salió Pietro Aloisi, el titular habitual, mejor tirador y peor defensor que Luis. Aloisi lo hizo bien, pero el equipo se atascó, Jenkins empezó a fallar tiros y Lazevic a jugar a baloncesto. Cuando Luis regresó a la pista, a menos de tres minutos para el descanso, los croatas estaban a dos puntos (36-34) y sus compañeros llevaban cinco ataques seguidos sin anotar. La racha la interrumpió Luis con un triple estratosférico a dos segundos del final de la posesión. Luego añadió dos tiros libres a su casillero. Al descanso, 45-38 para el equipo local, cuyo segundo máximo anotador era Luis Martínez, que en veinte minutos doblaba su media de puntos por partido en la temporada.
Intermedio. En el vestuario, las llamadas a la calma y los golpecitos en la cabeza se mezclaban con alusiones a la testosterona en cinco o seis idiomas. Pablo Sánchez, el entrenador, repetía sin cesar que, si no tenían contraataques claros, había que jugar ataques largos porque los croatas perdían fácilmente la concentración en defensa.
De no ser por el exceso de faltas personales, el tercer cuarto del equipo de Luis hubiera sido perfecto. Parecía que los jugadores habían reservado su mejor baloncesto, en una temporada muy discreta, para aquel momento. El equipo movía bien la pelota, anotaba con facilidad y mantenía el dominio del rebote frente a una escuadra croata a la que sólo salvaba su buen porcentaje en triples. Al final del cuarto, 71-56 y la afición pensando en comprar entradas para la final.
Pero faltaban diez minutos, y el último cuarto no pudo empezar peor: Jenkins se lesionó, al parecer de gravedad, en la primera jugada y Luis cometió una falta sobre Lazevic cuando éste había lanzado un triple que entró limpio en la canasta. En menos de cuatro minutos, los croatas habían igualado la eliminatoria y los mismos que poco antes se veían en la final empezaban a sisear en las gradas.
Durante los últimos tres minutos, casi todo fueron tiros libres, resueltos con igual acierto por ambos conjuntos. A 27 segundos del final, el marcador era de 86-80, con posesión de balón para los croatas. Lazevic cogió la pelota a ocho metros de la canasta, pidió a sus compañeros que le hicieran un aclarado, dribló a Luis y clavó su tercer triple del partido con la facilidad de un Larry Bird. Quedaban nueve segundos y Pablo Sánchez pidió su último tiempo muerto del partido.
– Ellos harán falta para que no lancemos un triple, así que moved rápido la pelota. Pietro sacará de banda y se la dará a Quim y él, sin botar, la pasará a Luis para que éste se la devuelva a Pietro. Larry se encargará de bloquear al defensor de Pietro para que él tenga espacio para tirar.
¿Pietro? Una vez más, parecía que a Luis no le correspondería más que un papel secundario en el desenlace del partido. Cabizbajo, volvió a la pista pensando que ni siquiera en su mejor partido de la temporada y sin Jenkins en cancha podía jugarse el último tiro.
La primera parte de la jugada salió de acuerdo a lo previsto, pero cuando la pelota llegó a Luis éste se dio cuenta de que, sorprendentemente, los croatas no hacían falta. Quedaba tiempo. Como Lazevic, como Bodiroga, Luis pidió un aclarado, botó, dribló y lanzó el triple decisivo. La diferencia es que su tiro no llegó a tocar el aro de la canasta croata. Pero al menos había sido él quien había decidido el partido.