Nunca entenderé los motivos que llevan a la gente a casarse, pero desde aquí felicito a Vincent Autin y Bruno Boileau por su reciente boda, y sobre todo por lo que ese enlace significa. Tiene gracia que la gente se manifieste, no para reclamar o defender sus propios derechos, sino para que otros no los tengan, y todavía más que contra el matrimonio homosexual marchen unidos la ultraderecha fascista y los imanes, los dos extremos que simbolizan la escoria de la sociedad, con la derecha enmascarada de civilización. Una sociedad libre ha de ser intolerante con los intolerantes; de lo contrario, su destino es perecer ante ellos.
En otro lugar del planeta, se ha producido un caso bien distinto: Sara al Driss, una bloguera kuwaití, ha sido condenada a veinte meses de cárcel por criticar, vía Twitter, al emir del país. De todos es sabido que a los que mandan, la libertad de expresión ajena les jode bastante; en algunos lugares, demasiado. Imagino que pocas personas con mando en plaza mostrarán públicamente su repulsa ante este vergonzoso hecho, por aquello de no cabrear a los tipos de la intransigencia y el petrodólar. No son pocos los días en que uno preferiría pertenecer a cualquier otra especie animal.