GARDE Á VUE. 1981. 86´. Color.
Dirección: Claude Miller; Guión: Claude Miller y Jean Herman, basado en la novela Brainwash, de John Wainwright. Diálogos de Michel Audiard; Dirección de fotografía: Bruno Nuytten; Montaje: Albert Jurgenson; Música: Georges Delerue; Diseño de producción: Eric Moulard; Producción: Georges Dancigers y Alexander Mnouchkine, para Les Films Ariane- TF1 Film Production (Francia).
Intérpretes: Lino Ventura (Inspector Gallien); Michel Serrault (Jerôme Martinaud); Romy Schneider (Chantal Martinoud); Guy Marchand (Inspector Belmont); Didier Agostini, Patrick Depeyrrat, Pierre Maguelon, Anne Miller, Michel Such, Mathieu Schiffman.
Sinopsis: En plena Nochevieja, un prestigioso notario es llamado a declarar en comisaría sobre la violación y asesinato de dos menores. A medida que transcurre el interrogatorio, los indicios que le incriminan son cada vez más sólidos.
Cuatro destacados protagonistas, un par de despachos y un guión fantástico. Con estos elementos, Arresto preventivo se convierte, por derecho propio, en uno de los títulos clave del cine policíaco europeo, una obra de características eminentemente teatrales con la que Claude Miller, director fallecido el año pasado, reivindicó el polar dándole el que tal vez sea su último gran hito.
La práctica totalidad del film transcurre en las dependencias policiales de una ciudad cualquiera la noche de fin de año. Hay algo, sin embargo, que se sale de lo común: un conocido profesional de clase alta es sospechoso de un doble crimen brutal. Un veterano inspector de policía, íntimamente convencido de su culpabilidad, le interroga, tratando de desmontar sus poco convincentes coartadas. Y el personaje importante, el notario Martinoud, un hombre cuya vida privada oculta secretos muy poco honorables, se ve poco a poco atrapado en una tela de araña de la que no consigue escapar. Un austero, casi lúgubre, despacho será el escenario en el que se tratará de averiguar si un hombre con aberrantes inclinaciones sexuales es además un asesino. Ese hombre, que se sabe envidiado por su buena posición, que bajo su apariencia distinguida esconde un notable desprecio hacia los demás, y también (aunque éste sea de otra clase) hacia sí mismo, se verá atrapado entre sus propias contradicciones y la implacabilidad de un veterano inspector de policía, Gallien. Él, como todos sus compañeros, lleva dentro esa rabia proletaria que le lleva a desear hacer caer al despreciable poderoso, pero posee una inteligencia mucho más desarrollada que la de Belmont, el policía que le acompaña en el interrogatorio. En algunos puntos (no en todos) Arresto preventivo recuerda a La ofensa, una gran obra de Sidney Lumet cuyo punto de partida es similar. Aquí, sin embargo, hay otro elemento cuya sombra planea todo el rato sobre el despacho policial hasta que finalmente se materializa: se trata de Chantal, la esposa del notario, que le rechaza por sus perversiones y le cree culpable de los asesinatos de los que se le acusa. Y hasta aquí puedo leer, porque una parte no despreciable del encanto de este film policíaco reside en los giros que nos deparan sus escenas finales (en concreto, desde la aparición en la comisaría de Madame Martinoud), porque sospecho que pocos de mis lectores han visto esta película, y porque me gustaría que todos lo hicieran.
Ya he hablado del andamiaje teatral de Arresto preventivo: dos despachos, un máximo de tres actores en el interior de cada uno de ellos (excepto en una importante escena), muchas preguntas que necesitan respuesta y, a pocos metros de distancia real y a años luz en la narrativa, una ciudad que, pese a la lluvia, celebra el cambio de año ajena, por unas horas, a su lado oscuro. No siendo en general un amante del teatro filmado, en esta película el texto es tan potente y tiene tantas aristas que el interés, lejos de decaer, siempre va in crescendo, y todo encaja tan bien como los guantes de cuero que se ponía Alan Arkin en Sola en la oscuridad. A veces, Miller nos ofrece planos que reconstruyen los hechos que se explican en el interrogatorio, pero no sólo no necesita salir del despacho para crear tensión, sino que aprovecha la atmósfera opresiva del escenario para aumentarla. El espectador puede sentirse tan atrapado como Martinoud, o tan deseoso como Gallien de que por fin se esclarezcan los hechos, pero no puede permitirse el lujo de parpadear demasiado o de no prestar atención a lo que oye. Algunas frases de esta película son muy brillantes, y la reflexión que hace Martinoud sobre los mediocres y el éxito, sencillamente para enmarcar. La puesta en escena es sobria y efectiva, sin alardes técnicos aquí innecesarios. Cuando la historia es tan buena, menos es más.
Esta película no sería lo que es sin un duelo actoral de altura. Y lo tiene, vaya si lo tiene. En primer lugar, pone al frente del reparto a uno de los grandes del policial francés, Lino Ventura, quizá el tipo más duro del celuloide a este lado del Atlántico. Sobrio, implacable, reflexivo y con ese punto nostálgico propio de quien ha vivido mucho y lo ha visto casi todo, Ventura nos brinda aquí la que seguramente sea su última gran aparición en pantalla. Él es Gallien, y sólo él podría serlo. Junto a Ventura, un Michel Serrault totalmente convincente, en la soberbia y en el desamparo, una Romy Schneider capaz como pocas de mezclar luminosidad y tiniebla, y un Guy Marchand destacable en el rol del primario policía Belmont.
Excelente film noir, Arresto preventivo tuvo, en el año 2000, un remake hollywoodiense inferior, pero digno. Mejor, como en casi todo, quedarse con el original.