HIROSHIMA MON AMOUR. 1959. 89´. B/N.
Dirección: Alain Resnais; Guión: Marguerite Duras; Dirección de fotografía: Michio Takahashi, Sacha Vierny; Montaje: Jasmine Chasney, Henri Colpi y Anne Serraute; Música: Georges Delerue, Giovanni Fusco; Diseño de producción: Minoru Esaka, Mayo y Petri; Vestuario: Gerard Collery; Producción: Anatole Dauman y Samy Halfon, para Argos Films- Como Films- Daei Studios-Pathé Entertainment (Francia- Japón).
Intérpretes: Emmanuelle Riva (Ella); Eiji Okada (Él); Stella Dassas, Pierre Barbaud, Bernard Fresson.
Sinopsis: Una mujer, que se encuentra en Hiroshima participando en el rodaje de una película sobre la paz, conoce a un hombre japonés que le hace recordar a su primer amor, al que conoció en Francia catorce años atrás.
El debut de Alain Resnais en la ficción cinematográfica se debió en parte a la casualidad. En principio, la idea original del proyecto era hacer un documental en y sobre Hiroshima, pero el director decidió cambiar su enfoque y le encargó la escritura del guión a Marguerite Duras.
Paradigma de un tipo de cine que no me interesa demasiado, Hiroshima Mon Amour me parece un film autocomplaciente que ha envejecido mal, especialmente en la parte literaria, aspecto fundamental de la obra. Siempre he creído que en Marguerite Duras hay más trascendentalismo que verdadera trascendencia, más afán de profundidad que discurso filosófico y más pretenciosidad que sabiduría. Su guión para esta película, que tiene muy poco de cinematográfico, es una buena muestra de todo ello. Con este material, Resnais tenía escaso margen para el lucimiento, pero su trabajo es interesante desde los primeros fotogramas, desde la visión de esos cuerpos enlazados, prácticamente indistinguibles. Su manera de retratar la ciudad de Hiroshima, en la que se incluyen terribles y necesarias imágenes que nos muestran los orígenes documentales de la obra, el tratamiento del blanco y negro (el hecho de contar con dos directores de fotografía distintos, uno para las escenas rodadas en Japón y otro para las filmadas en Francia, no supone contratiempo alguno) o su manera de enseñarnos los rostros de los dos personajes que ocupan toda la película demuestran un talento visual que la harto irregular obra posterior del cineasta corrobora. El trabajo de montaje es también elogiable, en especial en las escenas documentales o en la del inquietante desfile.
Hiroshima Mon Amour trata muchos (quizá demasiados) temas, basándose en el encuentro amoroso de apenas unas horas entre una actriz francesa y un ejecutivo japonés, ambos casados, ambos en apariencia felices, ambos interiormente heridos. La herida del hombre es la de su ciudad, que sufrió la mayor masacre perpetrada en un solo día hasta entonces conocida en la Tierra; la herida de la mujer es la del primer amor perdido, la del rechazo social: su crimen fue enamorarse de un soldado alemán, es decir, de un criminal invasor. Su castigo, la soledad y la ruptura con un pasado que, como a todos, nunca ha dejado de perseguirla. Y ambos personajes se conocen en Hiroshima, y surge el deseo, y con él surge algo más: la posibilidad de ser de nuevo ellos mismos por unas horas, en habitaciones de hotel y en una ciudad que intenta olvidar la masacre. Los dos protagonistas viven su encuentro con un alma gemela que desentierra sus recuerdos con la inevitable mezcla de pasión y miedo.
Lo que se cuenta es interesante: el problema es cómo se cuenta, a través de diálogos (que demasiadas veces son monólogos en voz alta) pretenciosos a más no poder, tan poco creíbles como algunas de las reacciones de los personajes, tan artificiales que cuesta mantener el velo de verosimilitud imprescindible en el cine. El buen trabajo visual de Resnais se ve lastrado por un guión demasiado literario, en el peor sentido del término, y por un existencialismo finalmente vacuo. Esta película debería arañar, pero no traspasa la piel (como todo lo que he leído de Duras, por otra parte); debería conmover, y demasiadas veces aburre; podría haber sido un clásico intemporal, pero el tiempo la ha marchitado. Quizá sea cierto que los dos mayores secretos de las películas residan en el guión y en el montaje. Aquí, una de esas dos patas cojea, y no poco.
Los únicos protagonistas de la función, Emmanuelle Riva y Eiji Okada, hacen una muy buena labor, en especial la estrella femenina, una actriz cuya carrera cinematográfica no ha estado seguramente en consonancia con su talento. Sus miradas, sus silencios e incluso su forma de caminar le otorgan a su personaje una entidad que algunas veces sus palabras le arrebatan. Con todo, trabajo muy bueno de Emmanuelle Riva, e interpretación sobria y competente la de Eiji Okada.
Dejo para el final uno de los principales defectos de la película: apenas llega a la hora y media de duración, pero tras su visionado a uno le queda el gusto agridulce que produce el exceso de metraje. Hoy, lejanos los días en que su exhibición del adulterio pudiera resultar provocadora, Hiroshima Mon Amour está destinada, casi en exclusiva, a revisitadores de antiguos clásicos y personas culturalmente muy serias.