Anoche se celebró, en el coqueto patio de la Plaça Major de Nou Barris, la segunda jornada del festival Flamenco d´Estiu, cita ineludible para los aficionados cuya accesibilidad económica en estos tiempos duros es digna de alabanza. Doble concierto, con una bailaora en ascenso y un cantaor consagrado, que no defraudó a quienes allí estuvimos.
Yolanda Cortés es una bailaora barcelonesa a la que, antes de ayer, yo sólo conocía de oídas, pese a que ha trabajado en la práctica totalidad de los tablaos relevantes de la ciudad. Después de verla actuar, he de decir que tiene presencia, tiene arte y se hace acompañar de un cuadro flamenco de mucha calidad, formado por tres voces (la femenina, el nombre de cuya dueña desconozco, no tardó en captar mi atención, siempre alerta ante una buena voz o una guitarra bien tocada), dos guitarras (ese Perlita bueno) y cajón, además de por un bailaor. La cosa empezó bien, pues lo primero que sonó fue Volar, del maestro Paco de Lucía, y no decayó. Por siguiriyas, por bulerías o por alegrías, Yolanda Cortés y su grupo (cuyos miembros tuvieron campo para el lucimiento individual) ofrecieron un concierto de hora y media, flamenco hasta la médula, con momentos de gran intensidad y jondura, interesante tanto para los entendidos, que los había, como para los simples aficionados como yo. Estaremos atentos a la trayectoria de Yolanda Cortés, no cabe duda.
En la sala Tarantos, año 2009.
Por la garganta de El Cabrero hablan miles y miles de jornaleros andaluces condenados a la miseria y, aún hoy, despreciados por indocumentados esclavos de la falta de ejercicio neuronal o por miserables que, en muchos casos, han heredado sus fortunas de quienes las construyeron sobre esa miseria. Un concierto del cantaor de Aznalcóllar no es sólo una experiencia musical, sino uno de los pocos sitios en los que pueden escucharse verdades dichas con arte. Porque hay algunas cosas que distinguen a El Cabrero de gran parte de las personas para quienes la música es un vehículo para lanzar sus mensajes. La primera es el talento: El Cabrero es un cantaor de los buenos, cuya poderosa voz surge desde, y llega hasta, lo profundo; la segunda es la verdad: en él no hay falsedad alguna, canta lo que ha vivido y practica lo que predica. Estamos hablando de un hombre a quien no le importa ceder la mitad de lo cobrado por un concierto para ayudar a unos obreros en huelga de la ciudad en que ha actuado. Sí, aún quedan hombres de esa clase, que son fieles a sí mismos, aun a costa de pagar un alto precio por ello, y creen en aquello que pregonan. Ayer escuché cantar a uno de ellos.
A las once y cuarto de la noche apareció en el escenario un hombre con sombrero, vestido totalmente de negro, a excepción de un pañuelo rojo que llevaba anudado al cuello. Le acompañaba un guitarrista, Rafael Rodríguez, siempre en segundo plano, mimando al cantaor con su toque preciso. Empiezan su actuación con una pieza del disco más reciente, Pastor de nubes. Por lo que canta, y por cómo lo canta, entrar en el arte de El Cabrero es entrar en rincones profundos del alma. Muchos no quieren hacerlo, supongo que porque les da miedo lo que allí puedan encontrar. A los demás, él nos canta: «el miedo me hizo rebelde, en vez de hacerme borrego«. La segunda pieza es una seguiriya que el público interrumpe con aplausos al final de cada tercio. Sigue por malagueñas, lastrado el cantaor por los efectos de una hernia que le lleva a maltraer. Tiene tiempo de bordar unos fandangos y de revivir uno de sus clásicos, la versión del soneto La lluvia, de Jorge Luis Borges. Sin embargo, el dolor persiste, y El Cabrero, reacio a dejar antes de hora a su público, canta de pie, con el micrófono apoyado en su silla. Lo tremendo es que sigue cantando bien, hasta que no puede más y, después de interpretar Si se calla el cantor, abandona el escenario ante un público que le despide puesto en pie. Concierto interruptus, pero de una intensidad rara. Arte y verdad, o verdad dicha con arte. Qué raro es eso que hace El Cabrero.
Documental titulado El canto de la sierra, rodado en 1988 por una productora francesa. Si se quiere entender quién es El Cabrero, cómo canta, y por qué canta lo que canta, hay que verlo:
Serás un aficionao, pero el artículo lo has bordado compañero. Salud!
Salud y gracias. No soy un entendido del flamenco, pero he aprendido a sentirlo, e intento que eso se vea reflejado en lo que escribo.
Siento dentro de mi, no se si corazon ó alma, lo que cantas es el susurro del viento en la montaña, puede que algun dia me atreva a mandarte una nana que he escrito para ver si entre tu y yo podemos hacer poesia de mi nana. MI NANA SE LLAMA LA NANA DE LA MUERTE, EN OTRO TIEMPO Y EN OTRO MOMENTO NOS VEMOS.
Complicado reto, con un referente como la Nana del caballo grande en el pensamiento.