THE CASSANDRA CROSSING. 1976. 125´Color.
Dirección: George Pan Cosmatos; Guión: Tom Mankiewicz, Robert Katz y George Pan Cosmatos, basado en una historia de Robert Katz y George Pan Cosmatos; Dirección de fotografía: Ennio Guarnieri; Montaje: Françoise Bonnot y Roberto Silvi; Música: Jerry Goldsmith; Diseño de producción: Aurelio Crugnola; Decorados: Mario Liverani; Producción: Carlo Ponti, para Associated General Films-International Cine Productions (Reino Unido-Italia).
Intérpretes: Burt Lancaster (Coronel Mackenzie); Sophia Loren (Jennifer); Richard Harris (Dr. Chamberlain); Martin Sheen (Robby Navarro); O. J. Simpson (Haley); Lee Strasberg (Herman Kaplan); Lionel Stander (El maquinista); Ingrid Thulin (Dra. Stradner); Ava Gardner (Nicole); Lou Castel (El terrorista); John Phillip Law (Mayor Stack); Ann Turkel (Susan); Alida Valli, Ray Lovelock, Thomas Hunter.
Sinopsis: Unos terroristas se introducen en el edificio de la Agencia Mundial de la Salud, en Ginebra, para perpetrar allí un atentado. En su acción, se contagian de un virus con el que está experimentando el gobierno norteamericano. Uno de los terroristas consigue huir y se refugia en un tren transcontinental cuyo trayecto discurre entre Ginebra y Estocolmo.
En los años 70, en particular a partir del éxito de Aeropuerto, las películas sobre catástrofes, ya fueran naturales o provocadas por cierta especie particularmente habilidosa para tales cuestiones, vivieron una era de esplendor. El esquema era sencillo: unos personajes (casi siempre caracterizados por actores muy conocidos por el gran público) enfrentados a una situación límite que pone en grave peligro sus vidas, así como, en muchos casos, las de una enorme multitud de personas (todo el planeta, en ocasiones). El puente de Casandra no se aparta ni un ápice de esta fórmula, en la que la espectacularidad de las escenas, fruto en buena parte de los avances en materia de efectos especiales, era el principal atractivo de la función.
La trama de esta película es bastante delirante, empezando por el hecho de que el origen de la catástrofe sea un atentado perpetrado por terroristas… suecos. Uno de ellos, contagiado de un virus mortal que el gobierno estadounidense almacenaba en el lugar, se refugia en un tren ocupado por mil personas, y que se dispone a recorrer media Europa. A partir de aquí, la acción se sitúa en dos frentes: la lucha de los pasajeros del tren por salvar sus vidas, y la de los militares para impedir que nadie entre o salga de él, y para que sea desviado hacia un lugar que no entrañe peligro para el resto de la población. El problema es que, para acceder a ese lugar, el tren ha de cruzar un puente cuyas posibilidades de resistir su peso son más bien escasas. El drama está servido.
Con estos mimbres narrativos, la película podría haber sido un completo desastre. A veces lo bordea, pero casi siempre el film resulta entretenido y vigoroso, lo cual hay que agradecer, en parte, a la dirección de George Pan Cosmatos, un cineasta con talento para la acción y justitas dotes narrativas que en su carrera sólo rodó una película, Tombstone, que pueda calificarse de realmente buena. Aquí aporta buenas dosis de espectáculo, que muchas veces suplen las carencias de un guión (del que el director es corresponsable) que pasa con asombrosa facilidad del lugar común a lo inverosímil, sin apenas detenerse por el camino. En especial, las primeras escenas de la película están resueltas con eficacia, buen ritmo y una sólida puesta en escena, que mezcla bien la presentación de los personajes con los hechos que desencadenan la catástrofe. Es cierto que, en su segunda mitad, el film pierde fuelle, que la cancioncita hippie está metida con calzador, o que los avatares románticos de la pareja formada por Jennifer y Chamberlain interesan más bien poco, pero el film sería de notable de no ser porque el final, en mi opinión, no está bien resuelto y vuelve a dar grandes saltos entre lo previsible y lo delirante, entre la necesidad de que cada estrella tenga su momento de gloria (lo que alarga en exceso el metraje) y lo que la acción puramente exige.
Entre lo mejor, la banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith y la presencia de rostros emblemáticos del séptimo arte, empezando por un Burt Lancaster a quien gustaba lucir uniformes e interpretar a militares, casi siempre reaccionarios (la excepción sería uno que interpretaría después, el oficial de Alerta:misiles), de una forma convincente y profunda. El mayor protagonismo recae en Sophia Loren, a la que aquí encuentro tan bella como siempre, pero algo desubicada en el papel de heroína de acción y sin demasiada química con el otro protagonista, Richard Harris, que pese a ello es un gran actor y hace una interpretación notable. En papeles más episódicos, encontramos a estrellas en ascenso (Martin Sheen) o en decadencia (una crepuscular Ava Gardner, que aún conservaba el brillo de su mirada felina y esa gloriosa actitud de quien está de vuelta de todo), secundarios de lujo como Lionel Stander o el gran Lee Strasberg, otra belleza crepuscular como Alida Valli, un fenómeno sociológico del momento como O.J. Simpson, o una Ingrid Thulin de fuerte presencia, aún en el ocaso de su carrera.
En definitiva, una muestra representativa, ni de las más distinguidas ni de las más cochambrosas, de un género que hizo furor en los años 70. El puente de Casandra se salva por su energia, en especial en la primera parte del film, por su muy notable banda sonora y por el puñado de buenos actores que forman su reparto.