EUROPA. 1991. 110´. B/N-Color.
Dirección: Lars Von Trier; Guión: Niels Vorsel y Lars Von Trier; Dirección de fotografía: Henning Bendtsen, Edward Klosinsky y Jean-Paul Meurisse; Montaje: Herve Schneid; Música: Joakim Holbek; Diseño de producción: Henning Bahs; Producción: Bo Christensen y Peter Aalbaek Jensen, para Nordisk Film (Dinamarca).
Intérpretes: Jean-Marc Barr (Leopold Kessler); Barbara Sukowa (Katharina Hartmann); Udo Kier (Lawrence Hartmann); Ernst-Hugo Järegard (Tío Kessler); Erik Mohr (Sacerdote); Jorgen Reenberg (Max Hartmann); Eddie Constantine (Coronel Harris); Max Von Sydow (Narrador); Henning Jensen, Benny Poulsen, Erno Müller, Janos Hersko, Lars Von Trier.
Sinopsis: Leopold Kessler es un joven norteamericano de origen alemán que, en 1945, viaja hasta Frankfurt para trabajar en la compañía de ferrocarriles germana. La guerra acaba de terminar, y tanto los ocupantes como quienes se enfrentan a ellos sin aceptar la derrota, tratan de utilizar a Leopold, un hombre pacifista y neutral, para conseguir sus fines.
La película que consagró internacionalmente a Lars Von Trier es, aún hoy, una de sus mejores obras. Tanto por su tour de force estilístico como por su poderosa narrativa, Europa es una gran película, un ejercicio de cine tan hipnótico como esa voz de Max Von Sydow que traslada al protagonista hasta la Alemania que, todavía incrédula, veía cómo el delirio colectivo que la llevó a creer ciegamente en un Tercer Reich que la llevaría a la gloria había desembocado en la destrucción y la miseria más absolutas. Allí, en una tierra y en un tiempo ideales para comprobar lo acertado de la frase más emblemática de Hobbes, aparece un ser honesto, de una ingenuidad casi enternecedora, cuyos origen y empleo le convierten en una presa especialmente apetecible tanto para los aliados, que se enfrentan a la más o menos evidente hostilidad de los alemanes, como para los grupos (llamados Werwolfs, lo que nos devuelve al autor del Leviatán) que combaten la ocupación con los mismos métodos asesinos que llevaban utilizando desde 1933, con la única diferencia de que, después de la derrota, habían pasado a estar al otro lado de la ley. Con lo cual, se entra en el tema por excelencia del cine de Lars Von Trier: el enfrentamiento entre la pureza y lo perverso, entre un solo individuo íntegro y dotado de bondad, arrojado a un entorno corrupto y hostil. Si bien es la protagonista de Rompiendo las olas el personaje vontrieriano que mejor cuadra con el símil, puede decirse que en casi todas las películas del director danés el papel principal se reserva a un personaje que guarda notables semejanzas con Justine, protagonista de la novela más conocida del Marqués de Sade. También en Europa, Leopold Kessler sufrirá en sus carnes los infortunios de la virtud, de ser la única persona cuerda en un mundo sumido en la demencia, en un país responsable de la guerra más cruenta que ha conocido este planeta. Primero, Leopold caerá en las garras de su tío, caricatura del alemán medio: rígido hasta lo ridículo, frío, insensible y alcohólico; después, en las de la poderosa familia Hartmann, dueña de la compañía de ferrocarriles Zentropa, para la que trabaja Kessler. Otra gran familia alemana que colaboró con los nazis, que utilizaron sus trenes para llevar a judíos, gitanos, comunistas y homosexuales a los campos de concentración, y que después de la guerra intenta (con éxito: todas lo consiguieron) lavar su culpa colaborando con los aliados. Leopold se enamora de la única hija del patriarca Hartmann, e incluso de casa con ella pese a que ella le confiesa haber sido una Werwolf. ¿Y los aliados? Actúan más movidos por el interés y el sentido práctico que por el afán de hacer justicia. Son los vencedores, más cínicos que ingenuos. Ellos también utilizarán a Kessler para acabar con la resistencia nazi. Leopold es un peón en una partida jugada por otros, una víctima que ha cometido el peor de los delitos posibles en un conflicto, la más imperdonable falta para los creyentes, ya sea en dioses o en causas: la de no tomar partido.
Es de destacar, además del evidente atractivo de lo narrado, el dominio, más de una vez exhibicionista, de la técnica cinematográfica que puede verse en el film. Todo, desde la cautivadora voz en off, hasta las alternancias entre blanco y negro y color (tremendo trabajo de los directores de fotografía, así como la elección de un Von Trier en estado de gracia de los momentos a subrayar mediante el uso de los colores), pasando por las imágenes superpuestas o la utilización de la música, está orientado a enfatizar la historia, no, como en tantas ocasiones hace el cine moderno, a tapar sus debilidades. Si a esta retahíla de méritos le sumamos la excelente labor de montaje, así como una duración no excesiva, lo que tenemos es una gran película, inteligente, desesperanzada (como la mayoría de las inteligentes, por otra parte) y de una rara calidad.
Del reparto, lo primero que destacaría es a un actor al que no se ve, pero cuya poderosa voz marca la película de principio a fin: lo que hace Max Von Sydow en Europa deja bien a las claras que ver películas dobladas es de paletos. El protagonista, Jean-Marc Barr, supera bien el reto de no convertir en idiota lo que en el guión es ingenuo, y la calidad de su trabajo va in crescendo a medida que el metraje avanza y su personaje sufre los golpes que le acabarán llevando a la lucidez. Barbara Sukowa, germánica femme fatale, está todo lo fría que su personaje requiere, aunque quizá también lo esté demasiado en las ocasiones en que no lo requiere tanto. El resto de los actores mantiene el tono general de la película (o sea, que están muy bien), y destacaré dos curiosidades: que el militar aliado esté interpretado por un actor mítico del cine de acción europeo como Eddie Constantine, y que el propio Lars Von Trier se reserve para sí un personaje breve pero jugoso: el del judío que, para salvar su propio pellejo y a disgusto, decide colaborar en la pantomima exculpatoria de Max Hartmann.
Prejuicios y deslices del propio artista al margen, viendo Europa no queda otra que reconocer que Lars Von Trier es un gran director de cine.