JOHN KATZENBACH. El psicoanalista. Ediciones B. 528 páginas.
La galería de autores o libros de los que uno ha oído hablar pero no ha leído suele ser más extensa que las lecturas. En esa categoría de mi acervo cultural se encontraba hasta ahora John Katzenbach, periodista estadounidense reconvertido en escritor y guionista cinematográfico. Su novela El psicoanalista, que llegó a mis manos a través de un préstamo que desde aquí agradezco, es un thriller estructurado en tres partes, que narran, por este orden, la destrucción de su protagonista, su reconstrucción y su enfrentamiento con quienes le arruinaron la existencia. Este personaje, el doctor Frederick Starks, es un reputado psicoanalista neoyorquino que vive una vida de lo más previsible, que perdió a su esposa unos años antes de que se inicie la acción a causa de un cáncer, y que trata de aliviar en lo posible los padecimientos de sus adinerados y atribulados pacientes. Todo este monótono panorama cambia de forma radical cuando Starks recibe una carta de alguien a quien presuntamente arruinó la vida en el pasado y que ahora planea vengarse de él obligándole a suicidarse antes de quince días. Si no lo hace, promete asesinar a cualquier miembro de su familia escogido al azar. Muy pronto, el psicoanalista, que no es capaz de recordar a nadie susceptible de sentir semejante odio hacia él, descubre que la amenaza que se le viene encima es del todo real, e intenta desenmascarar a su verdugo antes de que expire el plazo que le ha sido concedido.
Katzenbach supera con éxito en El psicoanalista las dos preguntas clave en un thriller: su novela intriga y entretiene. Su estilo es muy ágil, su manera de escribir muy visual y su capacidad para atrapar al lector muy destacable. De las tres partes de la novela, prefiero la primera, que por cierto es la más extensa, por lo que tiene de kafkiano, al enfrentar a su protagonista con una situación cuyo origen desconoce y que le supera por completo. Confieso que mis conocimientos sobre el psicoanálisis no superarían un examen pormenorizado, y que mi interés en el tema no es excesivo, pero aún así el libro me parece muy disfrutable. De hecho, creo que esta primera parte es en sí misma una novela, y buena. El hecho de que el libro tenga dos partes más significa, en primer lugar, que el desenlace de la primera es tramposillo, que el autor se ha guardado un as bajo la manga. Pero el anzuelo ya está mordido, y uno sigue adelante para ver cómo el fallecido doctor Starks es capaz de reconstruir su vida y de dejar de ser ratón para convertirse en gato. En cierto modo, la evolución del psicoanalista se asemeja bastante a la de dos personajes cinematográficos (los protagonistas de Perros de paja y Marathon man) que fueron interpretados por el mismo actor: Dustin Hoffman. Se trata de hombres instalados en la placidez, que viven ajenos al mal del mundo pero se ven obligados a la acción. Sabido es que las personas se dividen en actores y espectadores, y siempre resulta interesante ver los cambios que experimenta un personaje cuando pasa de una categoría a otra. Con todo, en esta fase la novela se hace más convencional, y honestamente creo que su desenlace, sin ser flojo ni demasiado tópico o complaciente, no está a la altura de las expectativas creadas. El psicoanalista constituye una lectura amena y adictiva, que no cambiará la vida de nadie pero de la que, en las manos adecuadas (David Fincher), puede salir una buena película. Leyendo la novela, más de una vez he pensado que es muy cinematográfica. Y que no decepcionará a los amantes de las intrigas más complicadas en la apariencia que en la esencia.