AIRPLANE! 1980. 86´. Color.
Dirección: Jim Abrahams, David Zucker, Jerry Zucker; Guión: Jim Abrahams, David Zucker, Jerry Zucker; Dirección de fotografía: Joseph Biroc; Montaje: Patrick Kennedy; Música: Elmer Bernstein; Diseño de producción: Ward Preston; Decorados: Anne D. McCulley; Vestuario: Rosanna Norton; Producción: Howard W. Koch y Jon Davison, para Paramount Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Robert Hays (Ted Striker); Julie Hagerty (Elaine); Peter Graves (Capitán Oveur); Leslie Nielsen (Dr. Rumack); Lloyd Bridges (McCroskey); Robert Stack (Kramer); Kareem Abdul-Jabbar (Murdock); Lorna Patterson (Randy); Stephen Stucker (Johnny); Herb Voland, Jonathan Banks, Lee Bryant, Rossie Harris, James Hong, Ethel Merman, Jim Abrahams, Otto.
Sinopsis: Ted Striker es un ex-piloto de combate traumatizado porque una indecisión suya le costó la vida a varios compañeros. Desde entonces, su vida es un desastre, hasta el punto de que la azafata Elaine, su novia, ha decidido abandonarle. Enterado de ello, Striker toma el mismo vuelo que Elaine para intentar reconquistarla.
Uno de los géneros más taquilleros en la década de los 70 fue el cine de catástrofes, en el que los desastres aéreos tuvieron mucho protagonismo gracias a la saga de Aeropuerto. El esquema era sencillo: reparto multiestelar (con abundante presencia de actores veteranos y en declive), muchos efectos especiales, situación cotidiana que amenaza con convertirse en tragedia, y algún personaje carismático que en última instancia logra evitar el acabose. Y en estas, llegó la parodia, que adaptó a los nuevos tiempos una costumbre casi tan vieja como el mismo Hollywood: la de hacer dinero riéndose de lo que hace dinero. Los encargados de llevar a cabo la salvajada fueron tres individuos, Jim Abrahams y los hermanos Zucker, que encontraron aquí un filón que no han dejado de explotar desde entonces.
Todo parte de una premisa harto loable: reírse de los tópicos. Aquí no falta ni uno, desde el héroe traumatizado en busca de redención que debe tomar las riendas de un avión de pasajeros en pleno vuelo (e intentar aterrizarlo con un número razonable de supervivientes), hasta el tipo duro que desde la torre de control toma el mando de las operaciones y afronta el peligro con notable sangre fría. El resultado es desigual, como no podía ser de otra manera dado que los gags, más que dosificarse, se acumulan (incluso hay uno después de los créditos finales). Los hay graciosísimos y los hay pésimos, los hay orales y visuales, pero todos tienen una cosa en común: se huye de la sutileza como de la peste. Podríamos ponernos exquisitos, pero eludiríamos una gran verdad: que a todos nos gusta sentirnos inteligentes y sonreír con el ingenio de la alta comedia, pero lo que las más de las veces nos lleva a la carcajada (y en Aterriza como puedas hay lugar para unas cuantas) es otro tipo de humor, más chusco si se quiere, pero también más inmediato. El trío que dirige la nave no engaña a nadie, pues ya en la escena inicial hay una parodia de Tiburón que marca la línea a seguir. El argumento es lo de menos, es el mismo que hemos visto en otras muchas películas, sólo que reducido al absurdo. Lo que importa es si la retahíla de gags descacharrantes funciona, y muchas veces, en especial durante la primera mitad del film, lo hace: la escena en la que Striker le explica a su vecina de asiento (que, como todas las víctimas de los arrebatos nostálgicos del ex-piloto, acaba suicidándose) cómo conoció a Elaine es un descojone continuo, que alcanza el cénit con la impagable parodia de Fiebre del sábado noche. Algunos de los gags (McCruskey regresando a todas sus adicciones después de decir que escogió un mal día para dejarlas, en particular) han pasado a la memoria colectiva, por no mencionar que generaciones enteras de espectadores debemos a Aterriza como puedas el descubrimiento de cuál es la forma idónea de combatir un ataque de histeria, así como el saber qué es y cómo funciona el piloto automático. El trío de directores reparte en muy variadas direcciones: aquí reciben las religiones minoritarias, las transparencias utilizadas en centenares de películas, los beatíficos seres que alivian a los enfermos y afligidos con cancioncillas flowerpower o los especímenes que rechazan ofendidos una petaca llena de licor antes de ponerse a esnifar un par de rayas de cocaína. Todo es, y busca ser, absurdo. Algunas cosas (las intervenciones de Johnny) no me resultan divertidas en absoluto, pero el conjunto funciona, y técnicamente la película está bien resuelta, destacando el trabajo de un Elmer Bernstein que supo adaptarse a lo que el film pedía y compuso una banda eminentemente paródica. Incluso autoparódica, en algunos momentos.
En cuanto a los actores, excepto Stephen Stucker, a quien no soporto, el resto están más que correctos. Robert Hays cumple muy bien como héroe ridículo, Julie Hagerty compone una buena parodia de la protagonista femenina tipica de las disaster movies, y los secundarios (un desatado Lloyd Bridges, un hierático Robert Stack o un Peter Graves cuyo personaje demuestra un desmedido interés por averiguar si al niño que entra a la cabina le gustan las películas de gladiadores) resultan muy divertidos. El legendario baloncestista Kareem Abdul-Jabbar se defiende como puede, pero su personaje mola como medio para mofarse de las apariciones de O.J. Simpson (luego reclutado por Abrahams, Zucker & Zucker en posteriores aventuras) en películas serias. Mención aparte merece Leslie Nielsen, aquí el impertérrito médico del avión y, posteriormente, símbolo de un cine paródico que, como casi todo, fue degenerando con el tiempo.
Aterriza como puedas fue el primer film de su clase, y aún hoy es el mejor. Los Zucker y Abrahams crearon momentos muy divertidos para Top Secret o la saga de Agárralo como puedas, pero globalmente ninguna de sus películas posteriores está tan lograda como ésta. Quiere a toda costa hacer reír, y lo consigue. A algunos esto puede parecerles poca cosa. No a mí, y menos en estos tiempos.