THE LAST SUNSET. 1961. 112´. Color.
Dirección: Robert Aldrich; Guión: Dalton Trumbo, basado en la novela de Howard Rigsby Sundown at Crazy Horse; Dirección de fotografía: Ernest Laszlo; Montaje: Michael Luciano; Música: Ernest Gold; Dirección artística: Alexander Golitzen y Alfred Sweeney; Vestuario: Norma Koch; Producción: Eugene Frenke y Edward Lewis, para Brynaprod-Universal Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Rock Hudson (Dana Stribling); Kirk Douglas (Bren O´Malley); Dorothy Malone (Belle Breckenridge); Joseph Cotten (John Breckenridge); Carol Lynley (Missy Breckenridge); Neville Brand (Frank Hobbs); Regis Toomey (Milton Wing); Jack Elam (Ed Hobbs); Margarito Luna, José Torvay, Rad Fulton, Adam Williams.
Sinopsis: O´Malley, un malhechor, huye a México, pero hasta allí le persigue el sheriff Stribling, que ha hecho de su captura algo personal. El fugitivo se refugia en el rancho de los Breckenridge. La esposa del propietario, Belle, fue en el pasado amante de O´Malley, quien sigue enamorado de ella.
Dentro de la filmografía de Robert Aldrich pueden encontrarse, casi a partes iguales, obras de encargo y proyectos de autor. Entre las primeras cabe citar El último atardecer, un western crepuscular que sigue, en muchos sentidos, la senda iniciada en Veracruz. Al igual que allí, la acción se sitúa en México y la historia gira en torno a un carismático malhechor que viste siempre de negro. El tono, tan crepuscular como el propio título del film, remite también al anterior western rodado por Aldrich.
El padre de la criatura es Kirk Douglas, cuya compañía produce la película. El gran éxito de Espartaco aún estaba reciente, y el actor encargó al mismo guionista de aquélla, Dalton Trumbo, dar forma cinematográfica a una novela que no tenía nada de particular, salvo un personaje golosísimo que Douglas se reservó para sí. Bren O´Malley es un hombre con un pasado lleno de sombras en busca de redención. Espera encontrarla junto a Belle, de quien se enamoró cuando ella apenas era una adolescente y a quien sigue queriendo. Pero han pasado muchos años, y Belle es la esposa de un ganadero establecido en México, y madre de una joven a punto de cumplir dieciséis años. Además, a O´Malley le persigue el sheriff Stribling, deseoso de ajustar cuentas con él. Para demostrarle a Belle que ha cambiado, O´Malley se ofrece a trabajar para Breckenridge, que desea llevar su ganado hasta Texas para venderlo allí y establecerse en California con el dinero que obtenga. Cuando por fin aparece Stribling en el rancho, acepta ser el capataz que escolte el ganado para, una vez en Texas, entregar a O´Malley a la justicia.
El último atardecer es un western bastante atípico. Más que por la acción en sí, el film destaca por ser profundamente romántico. Bren O´Malley busca la redención a través del amor, y sigue aferrado al recuerdo de aquella guapa muchacha con un vestido amarillo, sin ser consciente del mucho tiempo transcurrido desde que Belle tenía, más o menos, la edad que hoy tiene su hija Missy. Al mismo tiempo, Bren sabe que el enfrentamiento con Stribling es inevitable, pues sus objetivos son contrapuestos y su voluntad de ceder, nula. Tres hombres, dos mujeres y mucha pasión. Aldrich empieza a demostrar de veras su capacidad para crear personajes femeninos poderosos. La de retratar grandes personajes masculinos, así como la de hacer buenos westerns, ya la había demostrado más de una vez. Aquí, construye sabiamente una atmósfera a la vez romántica y malsana, en la que el bien y el mal se difuminan a medida que uno acerca la mirada. Con reminiscencias de grandes clásicos como Río Rojo y Duelo al sol, Aldrich y Trumbo (que aquí vuelve a demostrar lo gran guionista que fue) crean un western elegíaco, en el que no faltan muchos de los elementos característicos del género (peleas, disparos, transporte de ganado, secuencias al galope en mitad de grandes paisajes), pero en el que se incide en la psicologia de los personajes y se acentúa el tono nostálgico pues, en cierto modo, todos y cada uno de los personajes de la película son, o acaban siendo, unos perdedores.
Por mucho que Kirk Douglas sea el artífice del film, Aldrich aportó muchas cosas, empezando por el trabajo siempre eficaz de varios de sus técnicos de confianza, como Ernest Laszlo (de quien he de decir que prefiero sus trabajos en blanco y negro) o el montador Michael Luciano. La música de Ernest Gold es brillante en el tema principal, pero se me queda algo corta en el clímax del film. Y no faltan rasgos típicos del director: movimientos de cámara wellesianos, gusto por el claroscuro (fotográfico y moral) y vigorosas escenas de acción.
El reparto es de campanillas. Rock Hudson, uno de los mayores galanes de la época, nunca fue un gran actor, y aquí cumple sin más. La gran estrella es Kirk Douglas, que crea un personaje a la medida de sus enormes posibilidades como intérprete y hasta se atreve a cantar Cucurrucucú paloma en español. La película tiene otros muchos alicientes, pero sólo por verle a él bordar un personaje tan complejo como Bren O´Malley ya merece la pena, Tampoco se queda corta Dorothy Malone, en uno de los escasos papeles en los que pudo lucir un talento que Hollywood no supo aprovechar del todo. La expresividad de sus ojos dice tanto o más que sus frases. Destaco también a Carol Lynley, cuya larga carrera pocas veces ha dado tan buenos frutos, así como la presencia de Joseph Cotten en un papel tan breve como poco agradecido.
El último atardecer es un muy buen western, que puede gustar tanto a los incondicionales del género como a aquellos que prefieren otro tipo de cine. Con Aldrich, Trumbo y Douglas nadie podía esperar una típica película del oeste, tenía que haber algo más. Y lo hay: incluso se aborda una cuestión casi tabú, no sólo para Hollywood, sino para gran parte de las culturas del planeta, con una elegancia y una intensidad que es necesario destacar. El final de la película es espléndido, y vuelve a dejar claro que, antes de Peckinpah y Leone, era necesario que hubiera un Robert Aldrich.