De Nueva Orleans, la ciudad donde empezó todo en lo que al jazz se refiere, nunca dejan de salir figuras de la música. Entre las que más sensación han causado en los últimos años está el trompetista Christian Scott, a quien el talento musical le viene de casta (es sobrino del saxofonista Donald Harrison). Mucho me habían hablado de él, mucho he escuchado varios de sus discos, y anoche en el Jamboree tuve la oportunidad de verle actuar liderando un poderoso quinteto.
El ambiente era de gala, la expectación máxima y la primera canción, fabulosa. La música de Scott, y así pudimos comprobarlo en el concierto de anoche, navega entre el respeto a la tradición jazzística y un constante afán de evolución, entre lo viejo y lo nuevo. Alternando composiciones propias y standards, Christian Scott demostró sobre las tablas que su sonido puede ir desde lo lírico (las influencias de Miles Davis son notorias) a lo desaforado, del susurro al despliegue decibélico. Elevado ya a los altares por crítica y público, Scott lidera un quinteto formado por músicos más jóvenes que él, lo que por sí solo evidencia la energía que esta banda es capaz de desplegar sobre un escenario. Quien la proporciona, en primer lugar, es el tremendo batería Corey Fonville. El pianista, Lawrence Fields, pone el contrapunto con su toque sutil, mientras el contrabajista Luques Curtis soporta el entramado y el saxofonista Braxton Cook (veintidós añitos tiene la criatura), y por supuesto el líder, marcan la pauta y se lucen en los solos. Comunicativo y divertido, Scott se explayó en explicar cómo conoció a sus músicos, con un lenguaje muy de la calle y algún chiste subido de tono que me hizo comprobar que mis conocimientos de inglés están por encima de la media. Pero lo distendido del ambiente no deslució la música, siempre al nivel que podía esperarse de una banda tan buena: destacó Isadora, canción que Scott compuso en honor de su esposa, así como el tema final, cuya inspiración parte del asesinato de varias personas, cuyo único delito fue querer huir de la devastación provocada por el huracán Katrina en busca de comida y refugio, por parte de la policía de Nueva Orleans, a la que Scott ha dedicado otra composición harto explícita: K.K.P.D. (siglas de Ku Klux Police Department).
Para el bis, Scott preguntó al público si prefería un tema clásico o una canción nueva: como la votación fue bastante reñida y hubo de repetirse dos o tres veces, el trompetista comentó que en este país las elecciones deben de ser muy complicadas. «No lo sabes tú bien», estuve por decirle. Al final, ganamos los que preferíamos un standard, y el grupo se despidió con una potente versión de Blue Monk. Gran noche en el Jamboree, gracias a un músico en pleno crecimiento y a su joven y talentosa banda.
Hace casi un año, en Amsterdam:
En el festival de Donostia de 2010: