Hace poco más de un año tuve ocasión de disfrutar por primera vez en vivo del arte de Antonio Rey con la guitarra flamenca. Dije entonces que su carrera artística valía la pena seguirla, y que Rey tiene todo lo que hay que tener para convertirse en un guitarrista de referencia en su género. Desde aquella noche barcelonesa de 2012, Antonio Rey ha publicado un excelente disco, Camino al alma, que presentó ayer en la sala Apolo, dentro de la programación del festival Flamenco y otras aves.
Como es de rigor en el flamenco, Rey interpretó en solitario las dos primeras piezas del concierto. Lo suyo va en serio: técnica depurada, sólidos conocimientos de las raíces y mucha inteligencia musical. La posterior aparición de la banda (bajo eléctrico, percusión, Manuel Urbina y el gitanísimo cante de Mara Rey, hermana del tocaor) trajo el tema-título del último álbum, además de ritmos fiesteros y rumbas en las que el guitarrista (que más de una vez mostró su incomodidad por la excesiva iluminación del escenario) acreditó poseer una digitación de primera clase, heredera directa de los picados de Paco de Lucía, espejo de todos los tocaores flamencos modernos. La aparición sobre las tablas de Farruquito, estrella invitada de la noche, entusiasmó a la platea, cosa lógica pues se trata de un bailaor fantástico. Pero su fulgor no eclipsó al artista principal, que siguió a lo suyo, tocando muy bien la guitarra y sirviendo unas canciones dignas de ser escuchadas con la mayor atención. Incluso se permitió interpretar un tema acompañado por un cuarteto de cuerdas, en lo que fue uno de los puntos álgidos de una actuación que, acto seguido, concluyó con la rumba Río de miel. Aún quedaba, sin embargo, el fin de fiesta: con Farruquito de nuevo sobre el escenario y el cante de otro invitado especial, Blas Córdoba, los músicos interpretaron unas bulerías a pelo, sin micros, trampa ni cartón. Como dijo alguien desde la platea: «Viva el flamenco, que es la música más rica que tenemos en España, señores». Desde luego, suscribo esas palabras.
Camino al alma. De esto último vas sobrado, Antonio:
En Río de Janeiro: