Es posible que muchos esperen de un servidor algo más alternativo, pero confieso que soy aficionado a algo tan vulgar como ir de rebajas a El Corte Inglés, cuyas tiendas outlet llevan años dándome alegrías indumentarias. Durante este mes he visitado los centros de Plaça Catalunya y Diagonal, pero no voy a hablarles de ropa y complementos, sino del distinto paisaje humano que uno encuentra en ambos lugares. Lo de Catalunya parece un mercadillo finolis, con sus marujas revolviendo cajones en busca de gangas, su notable presencia de guiris y ese aire de paraíso del nuevo rico y de clásico rancio que tanto jode a los modernos, quienes sólo tienen ojitos para Desigual y similares. En Diagonal, llama la atención el enceradísimo suelo (da la sensación de que, si uno se cae, al levantarse estará más limpio que antes del morrazo) y la abundancia de señoras estiradas (en todos los sentidos del término) con que uno se cruza por allí. En María Cristina, los ricos no son nuevos: son los de siempre, a los que les sigue yendo la mar de bien. Te miran con suficiencia, evitan cualquier impresión de entusiasmo cuando encuentran lo que buscan y reclaman con la mirada la presencia de algún segurata si te pones a su lado en busca de jerseys de tu talla. Ah, cuánta verdad encierran algunos tópicos…