Viernes. Santo para muchos, jazzístico para mí. Volvía al Jamboree, después de casi año, el gran saxofonista Oliver Lake acompañado por los miembros de Tarbaby, con una formación casi completamente renovada respecto a la visita anterior. El concierto consistía en un homenaje a uno de los mayores talentos del jazz de la era post-bop, Eric Dolphy. Sobre el escenario, dos generaciones de músicos recreando la obra de un artista singular: dos veteranos, un Oliver Lake que toca con una energía impropia de sus casi 72 años de edad, y el batería, y habitual acompañante de otro músico amigo del riesgo como Steve Lacy, John Betsch. Los jóvenes eran el pianista, y único miembro que repetía de la formación de Tarbaby en 2013, Orrin Evans, y el contrabajista Luques Curtis, de cuya calidad ya fui consciente durante el concierto de Christian Scott que hace unos meses tuvo lugar en la misma sala.
Si lo que más me llamó la atención del concierto de Lake & Tarbaby de 2013 fue su contundencia y su energía, he de decir que los cambios en la formación, y seguramente el repertorio elegido, han atenuado la rabia pero no la calidad de la música. Con Lake como protagonista absoluto y ejecutor de unos solos formidables, Evans dando cancha a su versión más experimental y bluesera, Curtis ganándose a pulso el título de contrabajista joven a seguir, y Betsch dando una verdadera lección de cómo tocar muchísimo y a la vez sólo lo imprescindible, la banda fue atacando las canciones más recordadas de Dolphy (GW, Out to lunch, 245, Booker´s Waltz…) con la solvencia de quienes conocen muy bien el terreno que pisan y poseen talento suficiente como para hacer algo de mucha más altura que un mero tribute show. Un solo tema original de Lake entre el universo de Dolphy, y un público que supo valorar el esfuerzo y el talento de unos verdaderos virtuosos del jazz. Vuelvan pronto, que grupos de esta calidad son raros de ver por aquí.
Lake, con la formación habitual de Tarbaby, en Valencia:
El quinteto de Lake, interpretando Fire Waltz: