ARGO. 2012. 118´. Color.
Dirección : Ben Affleck; Guión: Chris Terrio, basado en una selección de relatos extraída de The master of disguise, de Tony Mendez y en el artículo The Great Escape, de Joshua Bearman; Dirección de fotografía: Rodrigo Prieto; Montaje: William Goldenberg; Dirección artística: Peter Borck; Música: Alexandre Desplat; Diseño de producción: Sharon Seymour; Producción: Ben Affleck, George Clooney y Grant Heslov, para Warner Bros. (EE.UU.).
Intérpretes: Ben Affleck (Tony Mendez); Bryan Cranston (Jack O´Donnell); Alan Arkin (Lester Siegel); John Goodman (John Chambers); Victor Garber (Ken Taylor); Tate Donovan (Bob Anders); Clea DuVall (Cora Lijek); Scott McNairy (Joe Stafford); Rory Cochrane (Lee Schatz); Christopher Denham (Mark Lijek); Kerry Bishé (Kathy Stafford); Kyle Chandler (Hamilton Jordan); Chris Messina (Malinov); Zeljko Ivanek (Robert Pender); Titus Welliver, Keith Szarabajka, Bob Gunton, Richard Dillane, Omid Abtahi, Farshad Farahat, Sheila Vand, Adrienne Barbeau, Philip Baker Hall.
Sinopsis: Recién instaurado el régimen de los ayatollahs en Irán, un grupo de asaltantes toma a la fuerza la embajada estadounidense en Teherán, reteniendo a casi todos los que allí se hallaban, salvo a seis empleados que consiguen refugiarse en la residencia del embajador canadiense. En la CIA urden un plan para sacarles del país: un especialista en rescates se hará pasar por un productor de cine que busca localizaciones para su película en Irán, y los empleados de la embajada se harán pasar por su equipo de rodaje.
Ben Affleck es un actor polifacético, que también ha ejercido, o ejerce, de director, productor y guionista en diversas películas, algunas de ellas muy exitosas. Para su tercer largometraje detrás de la cámara, escogió la impactante historia del rescate de los rehenes estadounidenses en Teherán allá por 1980, tras el triunfo de la revolución islámica en la antigua Persia. Un prólogo narrado en off nos explica cómo y por qué se creó la situación que acabó provocando la ocupación de la embajada estadounidense, y a partir de ahí la acción se desarrolla en dos frentes: la situación de los seis empleados que consiguieron huir y refugiarse en la residencia del embajador canadiense, y los planes que desde Estados Unidos se idean para hacerles regresar a su país sanos y salvos. De ellos, el que al final se acabó poniendo en práctica fue quizás el más descabellado de todos: fingir la creación de una película que habría de rodarse en Irán, y camuflar a los miembros de la delegación diplomática como parte del equipo de rodaje. Un especialista en rescates, el agente de la CIA Tony Mendez, viaja a Teherán para comandar la operación, cuyo final más probable era la ejecución de rescatador y rescatados en caso de que el montaje fuera descubierto.
Argo es el primer film dirigido por Ben Affleck que he visto, y la impresión ha sido muy positiva. La historia está narrada con buen pulso, la intensidad no decae hasta el muy bien trabajado clímax, y el director mezcla con acierto el imprescindible tono semidocumental con un acabado técnico acorde con la gran producción que Argo no deja de ser. Bien por el Affleck director, del que cabe esperar buenas cosas en el futuro, en especial si continúa rodeándose de tantos compañeros de viaje de primer nivel, entre los cuales cabe destacar al que sin duda es uno de los grandes compositores de bandas sonoras del cine contemporáneo, Alexandre Desplat, y al cameraman Rodrigo Prieto. También ayuda que el guión sea muy bueno, pues aprovecha la fuerza de los hechos reales en que se basa, acierta a la hora de crear y administrar la tensión, y la alivia con unos agudos e ingeniosos diálogos en las escenas que protagonizan los productores de Hollywood, quienes se encargan de vender la mentira en la que se basa todo el tinglado. Desde el punto de vista político, no estamos ante la típica americanada en la que los yanquis son moralmente puros e inmaculados, y quienes se les oponen, unos salvajes capaces de las mayores atrocidades. No se esconde lo que de verdad es la revolución islámica, una forma de opresión pura y dura, basada en la ignorancia y el miedo, pero se deja claro que sucesos políticos de esta naturaleza ocurren por algo, y que lo que hubo antes de Jomeini, un despótico Sha tolerado y amparado por las potencias occidentales, no sólo no era mucho mejor, sino que acabó provocando la catástrofe.
Argo sería una película sobresaliente, de no ser porque su director se reservó para sí el papel protagonista. Ben Affleck es un mal actor, sin paliativos. Su inexpresividad y la barba que luce recuerdan más a Chuck Norris de lo que sería de recibo, y esto se aprecia más cuando en el film aparecen intérpretes del nivel de Bryan Cranston, Alan Arkin o John Goodman (excelentes las apariciones de los dos últimos, apoyadas en los muy brillantes diálogos que recitan con maestría: el chiste del Minotauro casi podría estar dedicado a Affleck). Uno no puede dejar de pensar que Argo sería todavía mejor si George Clooney, coproductor de la película, hubiera estado al frente del reparto. Pero nadie es perfecto, y a veces el narcisismo juega malas pasadas. Más allá de este craso error, Argo es una muy buena película, que obtuvo un éxito más que merecido y ojalá sirva para que Ben Affleck se centre en la dirección.