AVATAR. 2009. 160´. Color.
Dirección : James Cameron; Guión: James Cameron; Dirección de fotografía: Mauro Fiore; Montaje: James Cameron, John Refoua y Stephen Rivkin; Dirección artística: Kim Sinclair; Música: James Horner; Diseño de producción: Rick Carter y Robert Stromberg; Producción: James Cameron y Jon Landau, para 20th Century Fox (EE.UU.).
Intérpretes: Sam Worthington (Jake Sully); Zoe Saldana (Neytiri); Sigourney Weaver (Grace); Stephen Lang (Coronel Quaritch); Michelle Rodriguez (Trudy Chacón); Giovanni Ribisi (Parker Selfridge); Joel David Moore (Norm Spellman); CCH Pounder (Moat); Wes Studi (Eytukan); Laz Alonso (Tsu´Tey); Dileep Rao (Dr. Max Patel); Matt Gerald, Sean Anthony Moran, Scott Lawrence, James Patrick Pitt, Julene Renée, Peter Mensah, Woody Schultz, Jason Whyte, Kelly Kilgour.
Sinopsis: Jake, un marine parapléjico, es enviado a una misión en el planeta Pandora, que posee grandes yacimientos de un valiosísimo mineral. Allí viven los Na-Vi, una tribu que posee una especial ligazón con la tierra y la naturaleza.
Doce años después del gran éxito de Titanic, James Cameron volvió al primer plano del panorama cinematográfico con Avatar, película pensada para ser proyectada en 3-D y cuya principal baza era la espectacularidad de sus ultramodernos efectos especiales. A Cameron no se le puede discutir su virtuosismo en la dirección, su capacidad para crear grandes espectáculos e integrar la alta tecnología en sus películas, aunque toda esa parafernalia suele ocultar la endeblez narrativa que se aprecia en sus obras posteriores a Terminator. Ambas constantes en su filmografía se repiten en Avatar.
Cineasta megalómano, Cameron es algo así como un moderno Cecil B. De Mille. La complejidad y presupuesto de los proyectos en los que se embarca apenas tienen parangón, incluso en el Hollywood actual, tan especializado en vender vacíos enormes con envoltorios muy llamativos. En el caso de Avatar, la espectacularidad de la propuesta está a la altura de lo que promete, lo cual es fácil de apreciar incluso si, como es mi caso, la película no se ve en el formato para el que estaba pensada. Muestra clara de lo que puede dar de sí el cine cuando a un visionario se le otorgan un enorme presupuesto y la más avanzada tecnología, Avatar es un film de visionado obligatorio para los fans del mejor cine de evasión. Cameron intenta que, además, la película tenga discurso. No le ha llamado Dios por los caminos de la originalidad narrativa ni de la buena literatura, pero se agradece el intento, no siempre fallido.
El film cuenta la historia de Jake, un marine minusválido que viaja a Pandora, un planeta que despierta el interés de los codiciosos terrícolas por poseer enormes yacimientos de un mineral muy valioso. En este punto, lo realmente interesante de la película es que, mediante la tecnología de que disponen, los humanos pueden conectar su cerebro a un ordenador central y, mientras permanecen en ese estado, adquieren una nueva personalidad virtual que les convierte en miembros de la etnia Na-Vi, que habita Pandora desde tiempos inmemoriales. La idea, y en esto consiste la misión de Jake, es infiltrarse entre los Na-Vi, conocer su territorio y sus costumbres, y preparar la invasión militar que habrá de expulsarles de sus tierras y permitirá explotar los yacimientos. Pero Jake descubre a un pueblo noble, orgulloso, que vive en armonía con la Naturaleza y no de espaldas a ella, y empieza a plantearse si está en el bando equivocado. La película tiene muchos elementos de western, o, dicho más claramente, en lo temático es una mezcla entre Bailando con lobos y La Misión, tan maniquea como los films más emblemáticos del Hollywood clásico, sólo que al revés: aquí el malvado es el hombre blanco, con su desmedida codicia y el desprecio que siente hacia su propio entorno y hacia todos aquellos que se oponen a sus objetivos. La historia de Avatar no deja de ser la de la conquista del continente americano (genocidios incluidos), y lo que cuenta puede ser tendencioso, parcial y simplista, pero no es falso. Y por eso convence. Me gusta que se utilicen cientos de millones de dólares de Hollywood en contar lo que aquí se cuenta, y sin caer en lo naïf: al final, contra los malos no valen ni el diálogo ni ponerse a cantar We are the world o Imagine all the people: hay que sufrir, y pelear, y seguir sufriendo, y seguir peleando. En la Tierra, esta clase de guerras siempre las ganan los malos. Por eso Cameron ha creado Pandora, supongo.
Avatar, quede claro, es uno de los espectáculos visuales más impresionantes que he visto jamás. El envoltorio es inmejorable. En el contenido se mezclan lo poderoso y lo manido, el discurso es a veces profundo y a veces superficial. A Cameron, tan egocéntrico él, no le hubiera venido mal rodearse de un buen guionista: triunfando en esa parcela, Avatar sería la obra maestra que por otros motivos merecería ser. Esto se ve también en el trabajo de los actores, mucho menos relevante que, por ejemplo, el de la dirección artística, la fotografía, o el de James Horner en la música. Pocos rostros conocidos, al margen de una Sigourney Weaver cuyo papel es una mezcla entre los que hizo en Aliens: El Regreso (también a las órdenes de Cameron) y Gorilas en la niebla, y poco margen para el lucimiento entre tanto despliegue visual. No obstante, Avatar funciona, y muy bien. Una vez más, Cameron se salió con la suya y consiguió conquistar al público, que, al final, es de lo que se trata.