Pues sí, le he tomado prestado el título del post a Jacques Brel y al tándem Loquillo-Sopeña, pero es por una buena causa. Anoche visitó el Jamboree Eric Alexander, excelso saxofonista con más de veinte años de carrera y una voluminosa discografía que llevo siguiendo casi desde sus inicios. Músico de toque y pegada, en cuyo sonido se perciben muy presentes las huellas de Dexter Gordon o Stan Getz, Alexander se presentó, luciendo un muy elegante traje, en la Plaça Reial al frente de un cuarteto formado por músicos que conocen esa sala como el comedor de sus casas: el muy buen pianista Fabio Miano, el contrabajista Ignasi González y ese batería al que cada vez veo volar más alto llamado Esteve Pi.
Con Alexander, la cosa va de hard bop de altos vuelos. Temas largos, improvisaciones al alcance de los muy buenos y las mejores vibraciones entre músicos y público. Las tres primeras canciones, cuya duración total superó los cuarenta minutos, fueron, por este orden, un standard up tempo, un blues y todo un clásico del jazz-bossa. A continuación, Alexander y Miano hicieron un dueto que valió por sí solo la asistencia al espectáculo, y se despidieron con una versión muy acelerada de Just one of those things. Nos quedamos con ganas de más, los músicos volvieron al escenario para el bis de rigor y, en tono jocoso y castellano tex-mex, Alexander advirtió: «No nos sabemos más canciones». Así que hicieron un bis en el que cupieron, entre otras, Land of a thousand dances y Susanita tiene un ratón. Ya lo decía Lester Bowie: «No es lo que toques, sino cómo lo toques». Y Eric Alexander no es sólo elegante en lo indumentario, sino también en lo musical: uno de los grandes del saxo tenor de las dos últimas décadas, un tipo talentoso al que hay que escuchar sí o sí, una garantía de buen jazz. Hasta la próxima, Mr. Alexander.
En cuarteto, con su pianista más habitual, Harold Mabern:
Una canción de un compositor genial: