TOY STORY. 1995. 80´. Color.
Dirección: John Lasseter; Guión: Joss Whedon, Andrew Stanton, Joel Cohen y Alec Sokolow, basado en la historia de John Lasseter, Joe Ranft, Pete Docter y Andrew Stanton; Montaje: Robert Gordon y Lee Unkrich; Música: Randy Newman.; Dirección artística: Ralph Eggleston; Producción: Bonnie Arnold y Ralph Guggenheim, para Pixar Animation Studios (EE.UU.).
Intérpretes: Tom Hanks (Voz de Woody); Tim Allen (Voz de Buzz Lightyear); Don Rickles (Voz de Mr. Potato); Jim Varney (Voz de Slinky); Wallace Shawn (Voz de Rex); John Ratzenberger (Voz de Hamm); Annie Potts (Voz de Bo Peep); John Morris (Voz de Andy); Erik von Detten (Voz de Sid); Laurie Metcalf, R. Lee Ermey, Penn Jillette, Jack Angel, Joe Ranft, Andrew Stanton (Otras voces).
Sinopsis: Woody es el juguete favorito de Andy, un niño cuya familia está a punto de mudarse, hasta que el muchacho recibe el regalo de cumpleaños que deseaba: Buzz Lightyear, un juguete espacial último modelo que no tarda en desplazar a Woody de las preferencias de Andy.
Con Toy Story, primera película de animación realizada íntegramente por ordenador, comienza la historia de Pixar, el estudio que ha revolucionado el género en las dos últimas décadas. Vista a través de los años, sigue conservando todo su encanto, y no es de extrañar el impacto que la película generó en su momento, pues ya esta primera obra destaca por su fantástica factura técnica y su interés en incorporar elementos adultos en el género infantil, dos características que son pura marca Pixar.
En lo argumental, Toy Story es una típica buddy movie, la historia de dos personajes opuestos (por la envidia que uno de ellos genera en el otro, en este caso) que se ven obligados por las circunstancias a entenderse y colaborar. Se juega con una idea con la que han fantaseado alguna vez todos los niños del mundo (que los juguetes cobran vida cuando no hay humanos a su alrededor), pero se huye de la ñoñería: Woody intenta eliminar físicamente a su rival, que le ha arrebatado el cariño de Andy y el liderazgo entre los demás juguetes; Sid, el niño que vive en la casa de al lado, es un pequeño psicópata que disfruta torturando a los juguetes; en el film no aparece en ningún momento la figura paterna, y con ello se huye del arquetipo de familia modelo; los demás juguetes, que aportan mucha riqueza al espectáculo, tampoco están exentos de debilidades muy humanas. Hay varios momentos a destacar: las maniobras de los juguetes para averiguar qué regalos le han hecho a Andy, la escena en la que Buzz descubre (viendo su propio anuncio en televisión) que no es el guardián espacial que creía ser, sino un simple juguete (para más inri, fabricado en Taiwan), o el carácter de Dios supremo que los simpáticos muñequitos verdes han otorgado al gancho que envía a uno de ellos al mundo exterior cuando alguien echa unas monedas en la máquina en la que se apilan. Además de esto, el film de Lasseter destaca por su ausencia de tiempos muertos, su acción trepidante y su capacidad para hipnotizar al espectador.
Los movimientos de cámara, la composición de los planos y el engarce de la (muy acertada) música de Randy Newman con la acción muestran una meticulosidad en la puesta en escena propia de unas personas, encabezadas por John Lasseter, el gurú de Pixar, que unen la pasión por lo que hacen a la habilidad técnica para hacerlo bien. Más allá de que haya quienes prefieran la animación tradicional, opinión muy respetable, lo cierto es que Toy Story no falla en nada o, en todo caso, consigue que sus defectos pasen del todo inadvertidos para el espectador.
Destaco el trabajo de dos actores que no figuran entre mis preferidos, Tom Hanks y Tim Allen, al darle voz a los dos protagonistas de la película. Ilustres veteranos como Don Rickles o el magnífico actor Wallace Shawn se encargan de dar vida a algunos de los secundarios más destacados (el suspicaz Mr. Potato y el acomplejado dinosaurio Rex), y todo ello aporta calidad a un conjunto que ya venía sobrado de ella. Infantil, o no tanto, Toy Story es una espléndida obra cinematográfica, cuyo éxito ha dado pie a algunas de las películas más brillantes de los últimos veinte años.