En un fin de semana en el que la oferta cultural en Barcelona y provincia es espectacular, mi sitio en la noche del viernes estaba en los jardines del Teatre Grec, donde actuaba una de las grandes: Mayte Martín, cantaora que, desde la primera vez que la escuché, es una de mis debilidades musicales más intensas. Dotada de una voz única que utiliza para hacer un arte profundo y sincero, la catalana presentó, ante un numeroso público que casi llenaba ese lugar tan especial para la música en directo, un espectáculo cuyo título habla por sí solo: Por los muertos del cante. Lo hizo acompañada por un soberbio trío de músicos: José Luis Montón y Juan Ramón Caro a las guitarras, y Chico Fargas en la percusión.
Fue una noche de homenajes, que se inició con uno a La Niña de la Puebla. Mayte Martín interpretó con tal maestría Los campanilleros que tuve la tentación de levantarme e irme, pues lo que viniera después difícilmente podría superar el nivel de intensidad emocional alcanzado con esa canción que es a la vez un símbolo del sentir andaluz. Me quedé, por supuesto, y con lo que vino después también un servidor se sintió homenajeado: zambras, peteneras flamencas con aires mexicanos (cambian los continentes, pero en casi todos la voz de pueblo suena parecida), tangos (interrumpidos por una ovación espontánea de parte del público cuando Mayte cantó estas bellas palabras: «Qué bonita está Triana/cuando le ponen al puente/las banderitas republicanas»), bulerías y hasta recuerdos a Atahualpa Yupanqui y un medley con canciones de Manuel Pareja Obregón que demostró a los escépticos (entre quienes me incluyo) adónde pueden llegar las sevillanas cuando caen en buenas manos.
El público de Mayte Martín es muy militante, lo cual se agradece cuando la causa es buena. Anoche, la comunión entre artista y platea fue tan intensa como justificada, y el nivel decibélico de los aplausos estuvo en concordancia con la calidad de lo que nos fue dado escuchar. La artista subrayó su alegría por ello, se la vio cómplice y agradecida, e incluso se permitió bromear con un puntual desliz de su garganta y con su inclusión en la lista de los 50 homosexuales más influyentes de España que ha publicado el diario El Mundo a falta de algo mejor que hacer. Hablando de eso, para el final quedó la salida de armario más bella que he oído jamás, y que se titula S.O.S. Esta canción puso fin a dos horas de un gran espectáculo flamenco tan próximo a las raíces como alejado del tópico.
El principio:
El final: