ANTONIO MACHADO. Campos de Castilla y otros poemas. El País-Clásicos españoles. 126 páginas.
Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que al Antonio Machado poeta se le negaba el pan y la sal, hasta el punto de que la afirmación de que eran el carisma y la peripecia vital del hombre las que habían construido la celebridad del escritor. A don Antonio, muchos lo rechazan, con o sin la cortesía debida, por rojo; otros, por sencillo, que es virtud muy mal considerada en unos cenáculos literarios a menudo cegados por el esnobismo. Es innegable que algunos de los versos más conocidos de la literatura española pertenecen a este sevillano que recibió de su país un trato que provoca rabia y vergüenza ajena. La obra poética machadiana es, qué duda cabe, irregular desde el punto de vista cualitativo; sus puntos más altos están, no obstante, entre lo mejor de la poesia española. Y buena parte de la mejor poesía de Antonio Machado se encuentra en Campos de Castilla, obra de madurez y de amor a una tierra noble y áspera.
La edición que nos ocupa es, para ser exactos, una antología. Antonio Machado fue, en sus primeros tiempos, un poeta en el que se dejó sentir la influencia de Rubén Darío, y esto puede comprobarse al leer los versos incluidos en su primera obra publicada, Soledades, galerías y otros poemas. Don Antonio, no obstante, siempre fue un poeta que prefirió la sencillez a la ampulosidad, y su modernismo primero ya aparece teñido por ese tono intimista que siempre le caracterizó, y desde luego, por su simpatía hacia los desfavorecidos. Basta leer uno de los mejores poemas de esta obra primeriza, que empieza con este verso: «He andado muchos caminos…». Como casi siempre, versos muy inspirados conviven con otros prescindibles, incluso fáciles, pero uno cree que a los artistas debe medírseles por lo que son capaces de hacer, más que por la frecuencia con la que lo hacen. Y Antonio Machado siempre fue capaz de construir versos de alta calidad y notable poder de conmoción.
Como escribí antes, buena parte de esos versos, de los mejores, se encuentran en los poemas de Campos de Castilla, homenaje a una tierra diametralmente distinta a la que vio crecer al poeta («Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…), pero a la que éste no tardo en sentir como propia, en cantar con un cariño que no ignora la realidad («Es la tierra de Soria árida y fría…). Como mucho del mejor arte tiene su origen en el dolor, también en esta obra algunos de los versos más inspirados surgen de la pena por la trágica pérdida del primer gran amor.
Incluye esta antología esa destacable, y de notables resonancias becquerianas, obra mayoritariamente en prosa titulada La tierra de Alvargonzález, en la que se recrea el lado oscuro de las gentes del campo. También los Proverbios y cantares, muchos de los cuales gozan aún hoy de gran popularidad, y otros poseen el don de ser la voz de muchos («No extrañéis, dulces amigos/que esté mi frente arrugada; /yo vivo en paz con los hombres/y en guerra con mis entrañas«). Entre otros poemas de mucho mérito, destaco también el homenaje a Rubén Darío, y la aguda descripción del señorito andaluz don Guido.
En sus últimos años, Antonio Machado vivió un segundo gran amor, la Guiomar de sus versos de madurez, el resurgir de la esperanza en una España que, como hijo del 98, siempre le dolió, y el brutal desgarro del país entero tras la rebelión fascista. Como hombre bueno que fue, Antonio Machado estuvo del lado de los buenos. De sus últimos poemas, en general inferiores a los de su época más fecunda, merecen lectura atenta algunos de los dedicados a Guiomar y, desde luego, los que denuncian el fusilamiento de Federico García Lorca (El crimen fue en Granada).
Cualquier excusa es buena para revisar la obra poética de Antonio Machado pues, más allá de los inevitables altibajos, se encuentran algunos de los versos más importantes que se han escrito en español.