Ayer me acerqué hasta el Caixa Forum para ver la exposición que allí se dedica al pintor valenciano Joaquín Sorolla. En total, pueden verse 80 obras de un artista que supo captar como pocos la belleza de un mar al que amó desde la infancia. Al tratarse de una exposición monotemática, lo interesante es observar las variaciones que se ocultan tras la mirada del pintor, y cómo ésta cambia ante la luz y el paisaje que retrata; el contraste entre la placidez y la sensación de calma que transmiten las obras inspiradas por el mar Mediterráneo, y la intensidad y la fuerza del casi siempre bravo mar Cantábrico. Sorolla, que nació junto al mar y vivió mucho tiempo lejos de él, volvía a las costas con la inocencia y la gratitud propios de quien recupera un preciado tesoro de la infancia. En sus cuadros, de una gran luminosidad, se percibe una especie de alegría nostálgica, reflejada en esos niños que nadan despreocupados junto a la orilla del mar. También retrata Sorolla la actividad humana: los puertos, los barcos de pesca y, por supuesto, a las personas que se ganan la vida en ellos. Ya fuera sobre lienzo, tabla o cartón, el pintor levantino dedicó buena parte de su obra al mar, a la captación del agua en movimiento, y en la exposición no sólo se muestra el resultado de su trabajo, los cuadros, sino todo el proceso creativo que va a desembocar en ellos. El público de la exposición puede también leer a Sorolla, e incluso verle en acción gracias a las fotografías, tomadas hace ya más de un siglo, que acompañan a la obra pictórica. En definitiva, una muy recomendable opción cultural cuyo éxito resulta tan reconfortante como la visita.