MAD MAX. 1979. 88´. Color.
Dirección: George Miller; Guión: James McCausland y George Miller; Dirección de fotografía: David Eggby; Montaje: Cliff Hayes y Tony Paterson; Música: Brian May; Dirección artística: Jon Dowding; Producción: Byron Kennedy, para Kennedy Miller Productions-Crossroads- Mad Max Films (Australia).
Intérpretes: Mel Gibson (Max); Joanne Samuel (Jessie); Hugh Keays-Byrne (Cortadedos); Steve Bisley (Jim Goose); Tim Burns (Johnny); Roger Ward (Fifi); Vince Gil (Night Rider); Geoff Parry (Bubba); David Cameron, Jerry Day, Howard Eynon, Sheila Florence, Jonathan Hardy.
Sinopsis: En un futuro próximo, bandas de motoristas nómadas siembran el pánico en la carretera. Patrullas policiales les persiguen, y en una de esas persecuciones muere Night Rider, un líder de los moteros. Sus colegas juran vengarse de los policías.
Mad Max fue, con toda probabilidad, la película que situó a Australia en el plano cinematográfico internacional. Este film de acción, futurista y de escaso presupuesto, tuvo un enorme éxito comercial, dio origen a dos secuelas igualmente rentables y supuso la puerta de acceso a Hollywood para su director, George Miller, y para su protagonista, un entonces desconocido Mel Gibson.
A partir de una trama más simple que un botijo, o que una canción de los Ramones, Mad Max se suma a la amplia lista de bombazos de serie B que, en su mayoría dentro del género de terror, inundaron las pantallas en la década de los 70. Aquí la cosa se mueve en el terreno de la acción motorizada, al estilo de un subgénero ampliamente cultivado por la factoría Corman en la década anterior, y se sitúa en un futuro cercano y, por supuesto, distópico, en el que unos desalmados moteros cometen todo tipo de delitos mientras un puñado de agentes de la ley trata de echarles el guante.
La película va directa al gran0, y empieza con una trepidante persecución en la que Night Rider, un motero pelín psicópata, va sembrando la carretera de vehículos policiales hechos añicos hasta que aparece Max, un joven agente, y el maleante y su compañera de correrías quedan reducidos a carbonilla. Max, que se plantea dejar la carretera para llevar una vida más tranquila junto a su mujer y su hijo, se convierte en el objetivo de la sed de venganza de los compañeros de Night Rider, comandados por un individuo al que conocen por el muy ilustrativo apodo de Cortadedos. A partir de aquí, el film se convierte en una espiral de violencia, primero de los moteros contra Max, su familia y sus compañeros policías, y en última instancia en la lucha solitaria de éste contra los delincuentes motorizados, en un giro que entronca el film con la exitosa saga Death wish, protagonizada por Charles Bronson.
Los méritos de la película están, mucho más que en lo que cuenta (sólo el último diálogo entre Max y su jefe supera la categoría de rutinario), en su puesta en escena y en el aprovechamiento de los limitados recursos disponibles. Miller rueda con pericia, las escenas de acción están llenas de ritmo, y no hay ni rastro de cutrerío: será serie B, pero se esfuerza mucho en no parecerlo, y lo consigue. Por ello la película, en lo visual, ha envejecido bastante bien. La clave es filmar con eficiencia y sentido del espectáculo las innumerables persecuciones en carretera, y en eso Mad Max no falla nunca. Las escenas de transición, en las que no hay acción ni violencia, están peor resueltas, pero tampoco ocupan demasiado metraje. La música, de Brian May, (no confundir con el legendario guitarrista de Queen: hablamos de un conocido compositor australiano que también acabó dando el salto a Hollywood) es estridente y efectista, como por otra parte ocurre con frecuencia en el cine de acción, pero también se sitúa por encima de la mediocridad sintetizada que invadió el género en los 80.
Mad Max fue el Por un puñado de dólares de Mel Gibson, el film que le hizo salir de la nada, su pasaporte al estrellato. Su interpretación no es demasiado buena, pero no desperdicia lo carismático de su personaje. Tampoco el resto de actores son una maravilla, ni la película lo necesita, aunque me gusta el trabajo de Steve Bisley como compañero inseparable de Max. Los demás se limitan a cumplir, lo que, en el caso de los moteros, sí lastra el resultado final.
Mel Gibson ha definido de forma tan breve como precisa lo que es Mad Max: Very classy grade-B trash. Poco se puede añadir: entretenimiento puro, sin demasiada sustancia, pero resultón y bien rodado.