HER. 2013. 126´. Color.
Dirección : Spike Jonze; Guión: Spike Jonze; Dirección de fotografía: Hoyte Van Hoytema; Montaje: Jeff Buchanan y Eric Zumbrunnen; Dirección artística: Austin Gorg; Música: Arcade Fire; Diseño de producción: K.K. Barrett; Producción: Megan Ellison, Spike Jonze y Vincent Landay, para Annapurna Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Joaquin Phoenix (Theodore); Scarlett Johansson (Samantha); Amy Adams (Amy); Rooney Mara (Catherine); Chris Pratt (Paul); Olivia Wilde (Chica de la cita); Matt Letscher (Charles); Laura Kai Chen (Tatiana); Luka Jones (Lewman); Portia Doubleday (Isabella); Spike Jonze, May Lindstrom, Kristen Wiig, Gracie Prewitt, Soko.
Sinopsis: Theodore es un treintañero recién separado que escribe cartas para otros como forma de ganarse la vida. Se siente solo y su existencia es rutinaria, hasta que compra un sistema operativo de última generación capaz de experimentar emociones humanas y de actuar conforme a ellas.
Spike Jonze es un moderno en toda regla. Curtido en el mundo del videoclip, en los inicios de su carrera como director de cine puso su talento visual, que no es poco, al servicio de los muy inteligentes y retorcidos guiones de Charlie Kaufman, para más tarde dedicarse a filmar sus propios guiones. El planteamiento de Her parece mucho más original a simple vista de lo que realmente es, pues en el fondo la película sigue los esquemas de la comedia romántica más ortodoxa, salvo en el curioso detalle de que la media naranja de la historia es una voz sin cuerpo físico. Adicto a la tecnología, Jonze se mueve como pez en el agua en un futuro indeterminado, pero al que se supone muy próximo, en el que la gente vive pegada a los últimos artilugios inventados por las empresas del ramo. La futura Los Ángeles que dibuja Jonze es, socialmente hablando, casi de cuento de hadas (todo tan limpio, tranquilo y ordenado, casi la antítesis de las ciudades futuras que suele presentarnos el cine de ciencia-ficción), pero como al director lo social le importa un pimiento y de lo que quiere hablarnos es de individuos, obviaremos esta cuestión.
El protagonista es Theodore, que en esencia es un compendio de los problemas del primer mundo: goza de una existencia confortable, pero infeliz. Dotado de sensibilidad y talento literario, vivió una bonita historia de amor ya rota con su ex-mujer, Catherine, a la que echa de menos, y vuelca ese talento en un empleo mezcla de escritor y teleoperador. En la soledad de su hogar, Theodore se refugia en la nostalgia, los videojuegos y alguna sesión de cibersexo con mujeres anónimas. Hasta que adquiere un sistema operativo último modelo, que además de tener la enorme inteligencia esperable en ese tipo de engendros, posee la capacidad de interactuar con su usuario, de sentir emociones y de modificar su comportamiento programado de acuerdo a lo que éstas le dictan. El anónimo SO se convierte en Samantha, una fémina de voz sensual que en muchos aspectos es la mujer con la que siempre ha soñado Theodore… aunque carezca de cuerpo físico.
Spike Jonze sabe conjugar un talento visual indiscutible con una inteligencia poco común en las moderneces con las que tipos muy listos que van de profundos suelen atacarnos de vez en cuando. A nivel de estilo, la película es magnífica, pero el director no se queda en la muy notable estética y construye una sugerente fábula sobre la verdadera naturaleza del amor. No sé si Jonze ha leído a Cioran, pero su película viene a ser una demostración de la veracidad de cierto aforismo del filósofo apátrida que, si mal no recuerdo, dice que a los espíritus dotados de una verdadera e intensa sensualidad, a los seres realmente románticos y sensibles (y Theodore es ambas cosas, sólo hay que leer esas cartas que escribe para otros), la experiencia del amor real les resulta siempre decepcionante, pues sus expectativas nunca se ven colmadas. Esto queda claro en dos escenas clave: la en principio exitosa cita a ciegas a la que acude Theodore (en la que éste recibe una oferta que muy pocos hombres rechazarían) y la corporeización mediata de Samantha en una chica de nombre Isabella. Es la mujer sin cuerpo quien le ofrece a Theodore lo que siempre soñó, cosa difícil de aceptar para sí mismo, y también para su círculo social. Esto supone un problema para el protagonista, que explota cuando su ex-mujer le dice que se ha enamorado de un SO por ser incapaz de gestionar emociones reales con gente ídem. Sin embargo, esa entidad incorpórea es en el fondo tan real como cualquier persona, o más, si cabe, aunque su brutal inteligencia le haga evolucionar a una velocidad que a Theodore o a cualquier otro mortal le resulta imposible seguir. Y lo es porque las emociones que provoca en el ser amado, que le hacen resurgir de sus cenizas y recuperar la alegría, sí son reales. En este aspecto, Her merece todos los elogios, aunque sólo sea por la brutal frase que pronuncia Amy, la mejor amiga de Theodore: «Estamos de paso en este mundo, así que en este momento quiero poder permitirme la alegría». No es, desde luego, la única frase inteligente de la película, en la que los diálogos son un ingrediente fundamental, pero en mi opinión sí la más certera, porque el paso de los años y la pérdida de la alegría suelen ir de la mano.
En lo técnico, ya lo he dicho, el film es sobresaliente. Hoyte Van Hoytema sigue, película a película, haciéndose un hueco entre los directores de fotografía de referencia en el cine contemporáneo, y su trabajo junto a un mago de la imagen como Jonze es digno de alabanza. La música de la interesante banda Arcade Fire, siendo buena y gozando de protagonismo en algunas de las escenas principales, no creo que pase a la historia, y el trabajo de escenografía, así como el de montaje, muestran ese detallismo que suele distinguir a las películas muy buenas de las otras.
Joaquin Phoenix se ha convertido en todo un especialista en dar a vida a personajes extraños. Su interpretación es francamente buena, y consigue en todo momento que nos creamos a Theodore y seamos partícipes de sus pensamientos y emociones. Lo de Scarlett Johansson es especialmente destacable, pues hace una de las mejores interpretaciones de su carrera sin aparecer en pantalla, sólo utilizando, y de qué manera, su voz cálida y sensual. Entiéndaseme, su presencia física es siempre muy agradecida, pero su trabajo en Her es todo un clinic sobre la importancia de la voz en la interpretación. Por lo tanto, quienes no hayan visto la película en versión original es mejor que se quiten la boina y se pongan a leer subtítulos, porque realmente no han visto nada. Y qué decir de Amy Adams, una de las mejores actrices de la actualidad, capaz de darle una inusual fuerza a las escenas en las que aparece. En la película aparecen también Rooney Mara, cuya actuación no alcanza la estratosférica altura de las del trío protagonista, y una Olivia Wilde tan sexy como siempre.
Her es una de esas películas que todo el mundo debería ver. Está realmente bien hecha, habla de un modo inteligente de algo tan reñido con la inteligencia, pero al mismo tiempo tan importante, como el amor, y aborda sin complejos ni falsa moralidad una cuestión cada vez más primordial: cómo la tecnología puede cambiar nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo.