BROADWAY DANNY ROSE. 1984. 82´. B/N.
Dirección: Woody Allen; Guión: Woody Allen; Dirección de fotografía: Gordon Willis; Montaje: Susan E. Morse; Diseño de producción: Mel Bourne; Vestuario: Jeffrey Kurland; Producción: Robert Greenhut, para Orion Pictures-Warner Bros. (EE.UU.).
Intérpretes: Woody Allen (Danny Rose); Mia Farrow (Tina Vitale); Nick Apollo Forte (Lou Canova); Sandy Baron, Corbett Monica, Jackie Gayle, Morty Gunty, Will Jordan, Howard Storm, Jack Rollins, Milton Berle (Cómicos en la cafetería); Craig Vandenburgh (Ray Webb); Herb Reynolds (Barney Dunn); Paul Greco (Vito Rispoli); Gerald Schoenfeld (Sid Bacharach); Olga Barbato (Angelina); Frank Renzulli, Edwin Bordo, Gina DeAngeles, Michael Badalucco, Sammy Davis Jr.
Sinopsis: Un grupo de cómicos neoyorquinos, reunidos en una cafetería, cuentan historias sobre Danny Rose, un peculiar representante de artistas.
Más allá de sus obras más reconocidas, en la trayectoria de los artistas importantes siempre hay tesoros más ocultos, en especial si, como es el caso de Woody Allen, esos artistas son especialmente prolíficos. Broadway Danny Rose es uno de los trabajos más brillantes del director neoyorquino en la década de los 80, una tragicomedia en la que Allen mezcla sus propias experiencias como cómico en locales nocturnos con las que vivió su entonces pareja en el particular universo italoamericano (Farrow, no lo olvidemos, fue esposa de Frank Sinatra antes que musa de Allen).
El director y protagonista interpreta a Danny Rose, un representante de artistas reñidos con el éxito, tan neurótico como abnegado. Danny se desvive por sus clientes, entre los que se encuentran un xilofonista ciego, una pareja que hace muñecos con globos y un crooner italiano venido a menos. Este hombre, Lou Canova, tuvo cierto éxito en los años 50, pero los cambios en las modas, unidos a su alcoholismo y mal genio, le han relegado a una posición marginal en el mundo del espectáculo. El destino, sin embargo, es caprichoso: la nostalgia se impone, los crooners resurgen de sus cenizas, y en este panorama los cantantes como Canova tienen una nueva oportunidad de volver al candelero. El vocalista tiene una amante, Tina, que le ha hecho perder la cabeza hasta el punto de sentirse incapaz de actuar en una noche decisiva para él si ella no acude a verle. Danny va a buscar a la mujer, le ruega que asista al concierto (como su pareja, para guardar las apariencias), y acaba viendo su vida amenazada por la familia de un mafioso despechado.
Allen utiliza la ternura para retratar a un perfecto perdedor, a un hombre bueno que ejerce una profesión en la que la bondad es algo casi contra natura. Danny vive entregado a sus artistas sin esperar nada a cambio. Tampoco lo obtiene, de todas formas: en la vida uno recibe lo que le dan, no lo que merece. En la película hay muchos momentos humorísticos, casi todos relacionados con las habilidades, o la falta de ellas, de los artistas a los que Danny representa (el gag del hipnotizador es desternillante), o con la persecución a la que él y Tina se ven sometidos por la familia de mafiosos (muy destacable también la escena, llena de hilarante carga sexual, en la que ambos se libran de sus ataduras), pero en general predomina el tono agridulce, un poco como sucede en El Circo, una de las obras más incomprendidas de Chaplin. El tono amargo, además, se acentúa a medida que transcurre el metraje, lo que convierte a Broadway Danny Rose en un preciso modelo de lo que suele llamarse caramelo envenenado.
Siendo uno de los personajes principales un cantante, es obvio que la música tiene bastante importancia en la película, en ocasiones utilizando versiones pelín paródicas de canciones típicas italianas. Una vez más, Gordon Willis hace un trabajo espectacular, en el que quizá sea su blanco y negro más luminoso, valga la paradoja, a las órdenes de Woody Allen. Todo esto ayuda a que el inspirado guión (en mi opinión, el mejor desde Annie Hall, el cual fue coescrito por Marshall Brickman) cobre aún más fuerza visto en pantalla.
Como actor, Allen depende de lo más o menos conseguido que haya salido su personaje, la particular versión de sí mismo ideada para la ocasión, de la máquina de escribir, lo que significa que, en este caso, su actuación es de lo mejor de su carrera. Pero quien sale más favorecida que nunca es una Mia Farrow alejada de su habitual papel apocado y sufridor, más expresiva que de costumbre y, sin duda, mejor retratada que en sus anteriores colaboraciones con el director. El tercer pilar de la película, Nick Apollo Forte, no da la impresión de estar actuando mucho, pero, más que ser un defecto, esta circunstancia ayuda a darle mayor autenticidad a su personaje. El resto de secundarios no pueden ser más adecuados, e interpretan a personajes habituales en los films de Allen (humoristas, videntes, magos) y a unos mafiosos más bien cómicos.
Obra mayor disfrazada de otra cosa, reflexión agridulce sobre la bondad, la lealtad y el mundo del espectáculo, Broadway Danny Rose es uno de los más destacados films dirigidos por Woody Allen.